Como las editoriales grandes son más bien sordas para escuchar las voces nuevas de la literatura, Héctor Abad Faciolince fundó una que sí las oye.
Se llama Angosta, como su novela. Y a pesar de su nombre, en ella caben las ideas de muchas personas: las de esos escritores de cualquier edad a los que casi no se les distingue la voz, y también las consignadas en publicaciones de otras épocas o en otros idiomas, que bien vale la pena que las personas de este tiempo no se las pierdan.
De acuerdo con una de las integrantes del equipo armado por Héctor, Ana Katalina Carmona, se juntaron varias circunstancias para que apareciera esta editorial.
La primera, que el autor de El olvido que seremos ha vivido los libros desde distintas facetas —escritor, lector, editor, traductor—, menos la de fabricante. De modo que quiso satisfacer el deseo de hacerlos también.
Y con unos billetes que había ganado por traducciones decidió darle realidad a ese anhelo.
Dirige un taller de escritura en Eafit, que dicho de otra manera también es la fuente de voces nuevas, emitidas por personas viejas o jóvenes. De ahí salió Juliana Restrepo, autora con cuya obra inicia la editorial.
Las otras circunstancias partieron de la primera: llamó a varios amigos, “entre ellos, a Jose (Andrés Ardila) y a mí, que éramos integrantes del taller de escritura que él dirige en Eafit y nos invitó a hacer parte de la editorial”.
Sin embargo, de acuerdo con Ana Katalina, la expectativa era de “algo pequeño. Sin oficina, ni nada”. Pero las cosas crecieron y de Angosta no queda sino el nombre. Apareció otro socio que aportó capital: José Quintana.