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La sangre llama y el Festival los une

El Festival de la Leyenda Vallenata rinde tributo a los Hermanos Zuleta. Cerrarán la fiesta con su presentación.

  • Emiliano y Poncho Zuleta cantantes vallenatos. FOTO Colprensa
    Emiliano y Poncho Zuleta cantantes vallenatos. FOTO Colprensa
Hermanos Zuleta reciben homenaje por su legado en el Festival vallenato
27 de abril de 2016
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La sangre llama, dice uno de los vallenatos más celebrados de los Hermanos Zuleta Díaz.

Lo compuso Emilianito, para expresar cuánto extrañaba a su hermano, Poncho, y la urgencia de reunirse con él.

La herida que me mataba/ la ausencia de mi hermanito./ Él por un lado solito/ y yo lo necesitaba.

Son hijos de Emiliano Zuleta Baquero y Carmen Díaz, dos vías que traían, desde muy antiguo, tradiciones musicales. Abel Medina Sierra, investigador del vallenato, cuenta en su libro Seis cantores vallenatos y una identidad (Fondo Mixto para la Promoción y las Artes de La Guajira), que el papá de los Zuleta, el Viejo Mile, era nieto de Job Zuleta, quien ejecutaba instrumentos de percusión, fricción y viento.

Y se sabe que su padre, Cristóbal, fue trompetista, cantante y guitarrista.

«¿A los Zuleta? Los conozco desde que nací —cuenta Tomás Darío Gutiérrez, investigador del vallenato—. Los conocí en Becerril, de donde soy oriundo. Allí vivían los hijos del viejo Emiliano. Y él, el viejo Mile, no faltaba en las fiestas patronales de la Virgen de La Candelaria. Mi papá llevaba al pueblo a los grandes acordeoneros de la época».

Después, se trasladaron a Valledupar. El viejo Emiliano, campesino, tenía la idea de que sus hijos debían estudiar. Por eso los envió, primero a Emilianito y después a Poncho, a un colegio de Tunja.

En una nota publicada en EL COLOMBIANO el 28 de agosto de 2005, titulada Poncho toma un desayuno celular, cuando promocionaba el disco Cien años de Bohemia —con el cual, un año después, se convirtieron en los primeros artistas colombianos en ganar el Grammy Latino en la categoría Vallenato/Cumbia— evocó a la vieja Sara, su abuela, y el tiempo de Tunja.

«¿Cuantos años tendría yo? Como unos trece. Llegamos a cursar primero o segundo bachillerato, una cosa así».

En esas tierras paperas no se oía un vallenato. Sabían que existía, cómo no, pero era catalogado como música corroncha, una auténtica guasábara. En breve, los hermanos Zuleta Díaz, ¡presente, profesor!, eran las figuras más populares de Tunja. No podían faltar en actos cívicos y eventos del pueblo, cantando las canciones del viejo Emiliano, de Escalona, de Leandro Díaz, las canciones que ellos habían cantado desde niños en esas tierras sombreadas por cañaguates. Es más, las que oyeron cantar a la misma Vieja Sara, su abuela, esa figura de leyenda que en su juventud fuera conocida como “la Dictadora” cuando se desempeñaba como “comisaria” de El Plan, un pueblito frío de la Serranía del Perijá, cerca de Venezuela. Ella salía montando a caballo con una escopeta y cantando a buscar ladrones. «A la Vieja Sara le heredamos la alegría, compadre».

No bien habían pasado algunos meses en la fría capital boyacense, cuando ese par de muchachos era enviado en representación del colegio a cuanto pueblo realizara alguna fiesta.

«Fuimos metiendo el vallenato, poquito a poco. La gente comenzó a tararearlo... Pero, la verdad sea dicha, cuando escucho una guabina me embarga la nostalgia... se me viene a la mente ese tiempo en que vivimos allá mi hermano y yo».

Tunja, de ruana

«Conocí a los Hermanos Zuleta en 1970 —cuenta Marina Quintero, la ocañera cantante de vallenatos, que dirige el espacio radial Una voz y un acordeón en la Emisora Cultural de la Universidad de Antioquia (nombre tomado del álbum de Poncho Zuleta y Colacho Mendoza, de 1975)—. Yo estaba en Bogotá, estudiando en la universidad. Los viernes, ellos cantaban. Estudiantes de Bogotá viajaban hasta allá a verlos y oírlos. Los hombres iban siempre; como a las mujeres nos cuidaban y cohibían tanto, no fui más que una vez. En esa oportunidad les escuché cantar Matilde Lina, la canción de Leandro Díaz. Y esa interpretación quedó marcada en mi alma. Esa experiencia la tengo como un encuentro con una realidad inmensa, abarcante... Y me estás haciendo llorar al recordarla».

Fueron declarados hijos adoptivos de Tunja.

Alfredo Gutiérrez, tres veces Rey del Festival de la Leyenda Vallenata, trajo a Emilianito a Codiscos, en Medellín, en 1967, a grabar sus primeros temas, como cantante.

«A finales de los sesenta yo me quedaba en casa de Carmen, la mamá de Poncho y Emilianito, en Valledupar —dice el intérprete de Ojos indios—. Ella no estaba de acuerdo con que él fuera músico, pero qué más iba a ser, si traía esa carga musical en la sangre. Tocaba, cantaba, verseaba. Lo traje para que grabara un sencillo de 45 revoluciones por minuto: La herencia y El peregrino».

«¿Ustedes no saben que soy un campesino? —Nos preguntó Poncho la mañana del desayuno celular—. En días ordinarios me levanto a las tres de la mañana, me baño y me voy a dirigir el ordeño. Estoy por aquí y por allá montando a caballo, revisando potreros, cercos, todo eso. A veces me monto en un tractor y preparo la tierra. Y de estar así me entra el cansancio. A las cinco o seis me pego un baño, ceno y, no me van a creer: ¡me acuesto con las gallinas! Para levantarme otra vez a las tres... Claro que cuando hay concierto me voy desde la víspera con mi hermano a un hotel o a la casa que tenemos en Valledupar. Allí hablamos y nos concentramos en la presentación».

Varias veces unidos y varias veces separados en su música. Los hermanos queridos. La pareja musical que se compenetra tanto, que hace pensar a sus seguidores que nacieron el uno para el otro... ¿Por qué siguen divididos?

Malas lenguas sostienen que Poncho no le entregaba al otro el dinero que le correspondía. En La sangre llama, el propio Emilianito dice:

Óigame compadre me va a perdoná/y en forma jocosa le voy a decir/ porque usted aprendió a sumar/ y no aprendió a dividir...

«Creo que la causa es otra: la diferencia de personalidades —Tomás Darío Gutiérrez aventura su explicación—: mientras Poncho es alegre, entrón y espontáneo, Emilianito es tímido, introvertido, de personalidad difícil. Habla poco y eso cuando se ha tomado dos o tres rones. Y así es muy complicado...».

Infográfico
Los Hermanos Zuleta fueron con Gabo a recibir el Nobel y tocaron en Estocolmo.
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