Vestido con un saco elegante, una camiseta y una pantaloneta deportiva, el cantante Buster Bloodvessel observó con detenimiento al público de Altavoz el pasado sábado 10 de noviembre por primera vez en Medellín.
Si algo lo ha distinguido desde finales de los setentas, cuando empezó a liderar el grupo de ska Bad Manners en Londres, ha sido su expresividad, su energía y lo que él mismo llama “un toque de locura y felicidad”.
Aunque recientemente tuvo algunos bajones de salud, a sus 60 años sigue meciéndose sobre el escenario al ritmo veloz del ska, mueve la cabeza de lado a lado, grita y canta con fuerza y abre sus enormes ojos verdes para enfatizar alguna palabra en canciones como Lip Up Fatty, Just a Feeling y This is Ska.
Bloodvessel es su nombre escénico pero el real es Douglas, le recuerda a cuando su madre lo regañaba cuando era pequeño. En la época en la que empezó su recorrido como músico, era un muchacho con unos kilos de más y eso no le preocupaba mucho, de hecho, él usaba eso como un distintivo de Bad Manners.
“La locura es una parte importante de lo que hacemos, por alguna razón se limita a la conexión con una audiencia que se enloquece y supongo que esa energía sigue ahí después de 46 años, que es demasiado”, contó Bloodvessel en una rueda de prensa después de su presentación en Altavoz.
Han pasado ya más de cuatro décadas desde que la banda comenzó a explorar el ska y el 2 Tone, que significó un nuevo surgimiento del género en Inglaterra. Era más rápido, más apto para saltar y descontrolarse.
En la década de los ochentas el ska llegó a ser muy popular en Reino Unido, de tal manera que Bad Manners participó en programas televisivos muy reconocidos como Tops of Pops de la BBC en algunas oportunidades y estuvo 111 semanas en las listas de éxitos de esa región de acuerdo con el medio Reggae Steady Ska.
Desde un comienzo fueron un tanto irreverentes y su expresividad en escena resultaba, para algunos, un tanto burda en esa época. Al igual que el enfoque de su música, esa actitud no ha variado.
“Es difícil tener malos modales”, dice en referencia al nombre mismo de la banda, pues bad manners traduce: malos modales. “Se trata de no tomarse a uno mismo tan en serio y cuando alguien comienza a cuestionar tu ética o a decir que es incorrecta, eso es precisamente tener malos modales. Me encanta”.
Aunque se dieron a conocer con relativa rapidez entre el público y la escena de conciertos en la capital inglesa, esa época de transición entre el final de los setentas y el comienzo de los ochentas fue un cultivo creativo de música especialmente en Inglaterra.
“La escena de la música en vivo en Londres era muy buena, todos competían entre ellos. El ska competía contra el punk o el rock, que era muy grande allá en ese momento, y toda clase de géneros fueron emergiendo de ahí. Era un tiempo muy bueno y teníamos que ser mejores cada vez. Pero de todas formas nuestra política siempre fue tener mucha diversión”, recuerda el cantante con una sonrisa en su rostro.
La banda ahora está conformada por músicos distintos, algunos mucho más jóvenes que su líder, se presentó en Bogotá un día antes, el viernes 9 de noviembre, y en Medellín sorprendió con su derroche de efusividad, algo que se le contagió al público, sin importar si estaban o no en el festival dispuestos a escuchar ska o cualquier otro género.
Cree que la clave para lograr esa dinámica con su audiencia es que “no se trata de música pretenciosa, solo del baile”, permitir que la gente se mueva con el ritmo.
Sobre el público colombiano y su música están convencidos de que la apertura a diferentes géneros también está unida a la pasión. “Lo llevan en su alma, sin lugar a dudas. Nunca he visto a ningún colombiano al que no le guste la música”, cuenta.