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Murió la pintora antioqueña Dora Ramírez

  • Dora Ramírez. Pintora y bailarina.FOTO Cortesía de la obra de teatro/musical: Contra Viento y Marea (inspirado en el cuento de Manuel Mejia Vallejo).

    Dora Ramírez. Pintora y bailarina.

    FOTO Cortesía de la obra de teatro/musical: Contra Viento y Marea (inspirado en el cuento de Manuel Mejia Vallejo).

  • FOTO Jaime Pérez
    FOTO Jaime Pérez
  • Foto Jaime Pérez
    Foto Jaime Pérez
24 de marzo de 2016
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De Dora Ramírez se habla siempre con felicidad, una mujer sinónimo de lúdica, baile y color, y así quiere su familia que se recuerde a esta antioqueña quien falleció este Jueves Santo a los 92 años.

Valeria Mejía, nieta de la artista confirmó el deceso de la mujer para quien la vida era una obra de arte. “Su familia está pensando después de Semana Santa hacer una despedida celebrando su vida, porque era una mujer que sabía celebrar”, manifestó.

Pintora y bailarina destacada en el país, Dora Ramírez hace parte de la historia del arte en Colombia, “era una figura muy importante, fundamental mirarla en todo su contexto desde la época en la que se atrevió a ejercer papeles que eran para los hombres, ella, Debora Arango, Olga Elena Mattei, María Elena Uribe de Estrada, son personas que esta sociedad debería entender el valor que tuvieron y que eso por lo menos debería servir para que la gente mire su obra y la estudie y concluyan como muchos lo hemos hecho, de que es una obra válida desde el punto de vista estético y social. Ella merece un homenaje en todos los sentidos, sobre todo por esa actitud frente a la vida, ese canto a la vida, esas ganas de vivir, siempre estuvo alegre, siempre estuvo en las buenas y las malas cuando su yerno Manuel Mejía Vallejo, se enfermó, era como el pulmón del arte, de la alegría y la vida. Tite, como le decían en su familia, era sinónimo de bondad y sobre todo, arte”, manifestó el escritor Juan Diego Mejía.

Juan José Hoyos escribió en EL COLOMBIANO sobre Dora Ramírez y en su recuerdo también está la música presente: “yo la recuerdo cantando bambucos con su hija Dora Luz en los corredores de Ziruma; pintando en medio de las llamas la cara sonriente de Carlos Gardel; ensayando los primeros compases de “Aire de tango”, el musical en que ella, su hija y sus nietas se convirtieron por amor a Manuel Mejía Vallejo en las prostitutas más hermosas de Medellín”. Y es que el tango era otra de sus pasiones, ese que bailó en el 2013, en Otraparte, para celebrar su cumpleaños número 90.

FOTO Jaime Pérez
FOTO Jaime Pérez

De su obra se han hecho varios homenajes, uno de ellos en 2014, ese año el Museo de Antioquia y la Fundación EPM realizaron la exposición 10 Artistas, en la Sala Ciudad de la Biblioteca EPM, en la que habían obras suyas y además de otros 9 artistas con una variada selección de técnicas, estilos, pasiones e influencia en la historia del arte departamental, porque Dora hace parte de esa historia.

“Yo no empecé a pintar con la ambición de hacerme famosa o popular, solo empecé a pintar. Eso fue como en los años 50 o 60; yo vivía en el centro e iba al Instituto de Artes Plásticas, y estuve estudiando seis años, pero nunca se me pasó por la mente ser una artista profesional”, dijo en su momento. Tuvo en esa época maestros de la talla de Eladio Vélez, Rafael Sáenz, Richard Kathmann y Aníbal Gil.

Expuso no solo en Colombia, sus obras se vieron en Estados Unidos, en París, “su carrera ascendente continuó sin pausas durante los ochenta y su obra estuvo en varias partes del mundo, siempre bien recibida, con el entusiasmo que producen las creaciones llenas de vida, talento y sentido humano”, confirmó Juan Diego Mejía.

Foto Jaime Pérez
Foto Jaime Pérez

Admirada por Fernando Botero, amiga de luchas de Débora Arango y con un círculo de amigos llenos de arte, “a las reuniones que ella armaba iban amigos tan importantes como Luis Fernando Peláez, el escritor Eduardo Peláez, Darío Ruiz Gómez, el investigador Miguel Escobar, el crítico de cine Orlando Mora, Víctor Gaviria, tanta gente que se contagiaba de su arte, de su alegría”, cuenta el escritor Mejía.

Este viernes, en una de las salas de velación de Campos de paz, despedirán a la artista que se dejaba manejar por los colores, olvidaba la teoría y ponía la emoción encima del lienzo, “si un color la llama, lo toma y listo”, escribía el periodista John Saldarriaga por allá en 2011 al hablar de la vida de Dora Ramírez, una milonga constante cuya prioridad era la vida misma.

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