De Dora Ramírez se habla siempre con felicidad, una mujer sinónimo de lúdica, baile y color, y así quiere su familia que se recuerde a esta antioqueña quien falleció este Jueves Santo a los 92 años.
Valeria Mejía, nieta de la artista confirmó el deceso de la mujer para quien la vida era una obra de arte. “Su familia está pensando después de Semana Santa hacer una despedida celebrando su vida, porque era una mujer que sabía celebrar”, manifestó.
Pintora y bailarina destacada en el país, Dora Ramírez hace parte de la historia del arte en Colombia, “era una figura muy importante, fundamental mirarla en todo su contexto desde la época en la que se atrevió a ejercer papeles que eran para los hombres, ella, Debora Arango, Olga Elena Mattei, María Elena Uribe de Estrada, son personas que esta sociedad debería entender el valor que tuvieron y que eso por lo menos debería servir para que la gente mire su obra y la estudie y concluyan como muchos lo hemos hecho, de que es una obra válida desde el punto de vista estético y social. Ella merece un homenaje en todos los sentidos, sobre todo por esa actitud frente a la vida, ese canto a la vida, esas ganas de vivir, siempre estuvo alegre, siempre estuvo en las buenas y las malas cuando su yerno Manuel Mejía Vallejo, se enfermó, era como el pulmón del arte, de la alegría y la vida. Tite, como le decían en su familia, era sinónimo de bondad y sobre todo, arte”, manifestó el escritor Juan Diego Mejía.
Juan José Hoyos escribió en EL COLOMBIANO sobre Dora Ramírez y en su recuerdo también está la música presente: “yo la recuerdo cantando bambucos con su hija Dora Luz en los corredores de Ziruma; pintando en medio de las llamas la cara sonriente de Carlos Gardel; ensayando los primeros compases de “Aire de tango”, el musical en que ella, su hija y sus nietas se convirtieron por amor a Manuel Mejía Vallejo en las prostitutas más hermosas de Medellín”. Y es que el tango era otra de sus pasiones, ese que bailó en el 2013, en Otraparte, para celebrar su cumpleaños número 90.