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Juan Rulfo cumpliría 100 años

La de escritor es la faceta más conocida del mexicano que hoy cumpliría cien años. También fue fotógrafo y antropólogo.

  • Ilustración Emerson Gaviria (Emer...)
    Ilustración Emerson Gaviria (Emer...)
16 de mayo de 2017
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Quien lee Aire de las colinas. Cartas a Clara, de Juan Rulfo, se imagina al enamorado devoto. “La vida se llena con tu nombre: Clara, claridad esclarecida”. Y él lo era. Pero no de dedicación exclusiva a una sola persona amada.

Hoy, cuando se celebra el centenario del nacimiento de este escritor nacido en Sayula, Jalisco, y quien tuvo por nombre Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, recordamos algunas facetas suyas. Narrador, fotógrafo, antropólogo, escritor lírico. Esta última quedó evidenciada en sus 81 cartas de amor.

Cuando vino a Medellín a finales de los setentas del siglo pasado, al lado de Manuel Puig y Camilo José Cela, se reunió con Darío Ruiz Gómez y entre un trago y otro trago —Rulfo adoraba las cantinas y los burdeles— le contó que estaba enamorado de una joven argentina. El jalisciense tenía entonces más de 60 años a sus espaldas.

“Esta historia la corroboró su hijo, Juan Carlos, en su visita a esta misma ciudad hace menos de diez años”, dice Darío Ruiz.

Clara —llamada Clara Angélica Preciado Reyes— llegó a la vida de Rulfo cuando tenía 13 años. Él, 24. Con ella se casó, después de siete años de noviazgo. Tenía fama entre varios escritores de estar en contra de que Juan Rulfo escribiera. “Mírelo ahí —le decía— sin hacer nada, escribiendo, en vez de trabajar”.

El cubano Guillermo Cabrera Infante manifestó que un día fue a buscarlo a su casa en México. Tocó la puerta. Cuando ella le abrió, le preguntó: “¿Usted también viene a buscar al señor que escribe?”.

Ignoraba que ese señor que escribía era dueño de un estilo tan potente, que con pocas obras publicadas consiguió emitir su mensaje e influir como pocos en la literatura contemporánea.

La rumana Herta Müller, premio Nobel 2009, siempre manifiesta que su mayor influencia, por encima de Emil Cioran o Eugenio Ionesco, sus coterráneos, es Juan Rulfo.

Narrador con imágenes

Este narrador mexicano fue también fotógrafo de indiscutible fuerza. Quien observa sus imágenes de inmediato entiende que hay una continuación de su obra narrativa. Muestra indígenas o campesinos que se ven pequeños ante la vastedad del paisaje montañoso, ruinas de construcciones que dejó la Revolución, escenas de la vida cotidiana, arquitectura.

“Su fotografía nos recuerda que es preciso volver a descubrir el territorio, en nuestro caso, Colombia, caminándolo. Encontrarnos con el paisaje o con las ruinas que dejó el conflicto armado. Caminar a Colombia como lo hizo el fotógrafo Leo Matiz, descubriendo el país real”.

Ruiz Gómez dice que la fotografía de Rulfo está al nivel de las muy premiadas de sus paisanos Graciela Iturbide, que documentó con imágenes la población indígena y el pueblo Seri, un grupo de pescadores nómadas del desierto de Sonora al noroeste de México, y Manuel Álvarez Bravo, aplicado en plasmar el paisaje y la gente de su país.

Desde un punto de vista técnico, el comunicador y reportero gráfico Juan Antonio Sánchez halla en esas imágenes unos cuadros pensados.

“En los paisajes naturales, las ruinas o la arquitectura, por lo general busca que las imágenes tengan equilibrio. Volúmenes bien compensados y líneas, curvas o rectas. Con profundidad y gran manejo de la perspectiva. No son frecuentes los primeros planos”, dice Sánchez.

Juan Rulfo trabajó en el Instituto Nacional Indigenista de México, en la publicación de decenas de los libros más importantes sobre las culturas mexicanas.

A este ser de mil caras, añadamos otra: la de guionista. Con Juan José Arreola escribió textos para cine. Muchos de ellos han sido base de producciones cinematográficas. En 1960 se produjo la película El despojo basada en una idea de Rulfo. Su relato El gallo de oro fue llevado al cine en 1964, de manera poco afortunada, por el director Roberto Gavaldón, con adaptación de Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez.

La película El Rincón de las Vírgenes, dirigida por Alberto Isaac, 1972, es una adaptación de los cuentos Anacleto Morones y El día del derrumbe, incluidos en El Llano en llamas.

Tal vez la obra literaria de Rulfo no sea muy extensa, pero es colosal.

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