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Andes recuerda a Gonzalo Arango

Hoy se cumplen 40 años de la muerte del fundador del Nadaísmo.
En su municipio natal algunos habitantes no dejan morir su legado.

  • ilustración Esteban parís
    ilustración Esteban parís
  • Juan Carlos Vélez conserva esta dedicatoria de Gonzalo: “Fantina: El Nadaísmo es un costal lleno de besos y revólveres. Te dejo mis besos”. FOTOs John Saldarriaga
    Juan Carlos Vélez conserva esta dedicatoria de Gonzalo: “Fantina: El Nadaísmo es un costal lleno de besos y revólveres. Te dejo mis besos”. FOTOs John Saldarriaga
  • Andes recuerda a Gonzalo Arango
  • Andes recuerda a Gonzalo Arango
25 de septiembre de 2016
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En Andes, muchos recuerdan a Gonzalo Arango. Hay quienes aluden a él como el genio literario que creó el Nadaísmo. Otros, como el peludo que se fue del pueblo en 1947, con apenas 17 años, y llegó a dar escándalos nacionales. Sin embargo, muchos han leído algunos de sus libros o, por lo menos, de sus poemas.

Hoy se cumplen 40 años de su muerte en un accidente automovilístico, en Gachancipá, cuando viajaba en compañía de Angelita, la cantante, su compañera. Según su biógrafo, Juan Carlos Vélez, Kale, se dirigía a Villa de Leyva, a visitar a un cura amigo suyo.

En 45 años de vida, dejó un legado amplio. Fue un periodista prolijo. Como tal, escribió reportajes que por sí solos le hubieran valido cierta inmortalidad. Como el de Cochise, con esa frase inicial inolvidable: «El corazón de Jesús más feo del mundo está en el barrio Simón Bolívar (...)» y ese pasaje cerca del final donde el poeta intenta encender un cigarrillo en las llamas de ese cuadro. O ese otro reportaje del Chocó («Fui al Chocó y me quedé como buscando dioses»)...

Como escritor, los relatos de Sexo y saxofón, en el que personajes, no pocos como de sueño, se asombran y se aman. O ese clásico suyo Obra negra, en el que se recuerda fácilmente ese Medellín a solas contigo, con su crítica a la ciudad y la sociedad de corazón de máquina, ambiciosas, inescrupulosas y mezquinas:

Hay otras mercancías que no produces: los alimentos del alma. Ni siquiera tienes una fabriquita para alimentos del alma. Tus politécnicos y universidades solo vomitan burócratas, peones, jefes de personal y millares de contadores para tu potente máquina económica, tus cerebros electrónicos y tu Bolsa Negra».

Nadaísmo

Sin embargo, no hay duda en que su principal creación fue la del Nadaísmo, el que anunciara el filósofo Fernando González como “un suceso prometedor o desastroso” que afirmaba que “a Colombia le llegó la hora de nacer o de ser nada”.

Creado en 1958, en Cali, fue matriculado en los registros de la historia con un folleto de 42 páginas titulado Manifiesto Nadaísta. Estos son algunas de las ideas:

«Hemos renunciado a la esperanza de trascender bajo las promesas de cualquier religión o idealismo filosófico». (...) «En esta sociedad en que la mentira está convertida en orden, no hay nadie sobre quién triunfar». (...) «La misión es esta: No dejar una fe intacta, ni un ídolo en su sitio».

Jaime Jaramillo Escobar, X-504; Darío Lemos; Jotamario Arbeláez; Eduardo Escobar; Elmo Valencia; Amílcar Osorio, Pablus Gallinazus son algunos de los poetas que integraron este movimiento.

Las huellas del Profeta

Gonzalo Arango nació en 1931, bajo la influencia de Capricornio. “Nací en un pueblo sin gloria que será famoso por mi nacimiento”, dijo en Mi vida, poema en el que resumió apretadamente su existencia.

Esta afirmación, a todas luces pretenciosa, según Kale, a quien el afecto por su héroe no le quita conocimiento, sostiene que tampoco es cierta, y menciona otros personajes ilustres entre los que destaca a Juan de Dios Uribe, conocido como el Indio Uribe.

Sin embargo, no ha habido andino más célebre en todos los tiempos que el profeta de la nada. En Andes, el autor de Memorias de un presidiario nadaísta pudo haber posado sus ojos en algunos elementos que todavía miramos: tres árboles del parque central: un algarrobo, un samán y un mamoncillo, que según personas viejas del pueblo dicen que son más viejos que ellas; unas cuantas construcciones, como una casa de dos pisos, balcones, paredes blancas, pilares, puertas y barandas cafés y techo de tejas de barro, situada en la esquina noroccidental del mismo parque, formada por la carrera Marulanda con la calle Juan de Dios Aranzazu; una fila de construcciones ubicadas al lado del templo principal; la Casa del Ayuntamiento, llamada Casa Consistorial en el tiempo del escritor, cuando Andes tenía menos de 20.000 habitantes.

No digamos la iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes, porque es otra: un terremoto sacudió esa zona en el decenio de 1970, y obligó a cambiarla. Y una constante: los constructores han echado abajo cientos de casas para hacer edificaciones.

Acostumbraba bañarse en el río San Juan —aunque “nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en el río y en el que se baña”, advirtió Heráclito— y muchas veces lo hizo con su amigo Jaime Jaramillo Escobar, quien nacido en Pueblorrico, fue a estudiar en Andes algunos años de escuela. En esas idas al río no vio los cientos de garcitas ganaderas que colman los árboles del afluente al caer las tardes, porque, manifiesta Kale, estas aves llegaron a Andes en el último decenio del siglo veinte.

Ya no existe la casa donde nació, en la calle Tacamocho. En su lugar construyeron una de dos pisos, con locales comerciales —una pandequesería en el primer piso y un taller de electrónica en el segundo—. Solo una placa en mármol gris sobre la pared blanca de la fachada —de modo que poco resalta— dice: «Aquí nació Gonzalo Arango. Enero 18 - 1931».

Lo evocan

Otros lugares hablan de él. La biblioteca lleva su nombre, aunque en su colección no están, ni de lejos, todos los títulos de su legado.

Los promotores de lectura, como Elizabeth Rojo, de Cultivarte, incluyen relatos de este escritor, reportajes y poemas, entre los textos de autores andinos que recorren los ojos de los asistentes al club.

Ambas entidades, la biblioteca y el club de lectura, tienen su sitio en la Ciudadela Educativa y Cultural, cuyos predios fueron donados a la municipalidad por la bisabuela del personaje que murió un día como hoy —como hoy, sí, pero más triste porque él murió—: Andrea Uribe de Vélez.

En el Palacio Municipal hay un mural pintado por José Eduardo Ruiz Posada —un andino que fue marinero, el único marinero no corpulento de que se tenga noticia, y después regresó a su tierra a pintar y a enseñar a pintar a niños de barrios y veredas—, en el que se aprecia el rostro de Gonzalo.

Está bien, no son las cosas las que hablan de Arango, son los seguidores de sus enseñanzas, los lectores de sus libros quienes hacen hablar las cosas sobre él.

Uno de ellos es Kale, el autor de Gonzalo Arango, el de Andes, a quien se le manifestó el nadaísta hace más de veinte años, no como un espanto, dice, sino como una presencia. Y desde ese momento sintió la necesidad de conocerlo y darlo a conocer, en especial a sus coterráneos.

Por eso, él tiene en su casa un museo para cuidar la obra de quien fuera partero y sepulturero del Nadaísmo.

Pinturas de Ruiz y de otros, fotografías en las paredes y en memorias electrónicas, documentales —en uno de ellos se ve al autor de Prosas para leer en la silla eléctrica, vestido de overol, leyendo sus escritos en un rollo de papel higiénico que extrae de un cajón de lustrabotas—, recortes de prensa, un facsímil de la novela Después del hombre y la colección completa de los libros de Arango.

Es consciente de que Andes es más que Gonzalo Arango. Tanto que prepara un libro con 1.000 personajes andinos. Pero está seguro de que es una estrella que ilumina con luz propia en el firmamento literario colombiano.

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