Más de 3.150 hombres neutralizados, es decir, capturados o muertos en combate, dejó la lucha contra las bandas criminales durante el 2016, o Grupos Armados Organizados (GAO) como decidió llamarlos el Gobierno.
Estas neutralizaciones se suman a las de los últimos años: durante el mandato de Juan Manuel Santos han sido en total 22.854.
Las cifras son, sin duda, muy elevadas, sobre todo cuando se analiza que según la Fiscalía el GAO más grande que es el “Clan del Golfo”, también conocido como “Los Urabeños”, no tiene más de 3.000 miembros; “Los Rastrojos” menos de 500, “Los Puntilleros” 300 y “Los Pelusos” 100.
Los resultados
¿De dónde salen tantos capturados si esas estructuras tienen menos miembros? Las respuestas no saltan a primera vista.
Jorge Restrepo, director del Centro de Recursos para Análisis del Conflicto, Cerac, explica que los resultados se dan porque al disminuir la intensidad del conflicto, se liberan recursos operacionales que se dirigen a la lucha contra el crimen organizado. “Quienes más tienen que perder en un proceso de paz exitoso son los grupos que se dedican exclusivamente al crimen, porque todos los recursos de seguridad que se invierten en enfrentar a los grupos del conflicto pueden redirigirse con enorme facilidad a enfrentar las amenazas de seguridad del crimen organizado”.
Sin embargo, para Luis Fernando Quijano, presidente de la Corporación para la Paz y el Desarrollo Social, Corpades, la Fuerza Pública está basando su estrategia en las capturas y los decomisos. “Para las capturas se han planteado los objetivos de alto valor y miembros de menor rango. Definitivamente el mayor número de capturas, decomisos, capturas, cámaras, no se está volviendo sinónimo de más tranquilidad o de más seguridad”.
Quijano insiste en que están capturando jefes y subjefes y lo único que se está logrando es el relevo generacional, la estructura se mantiene intacta porque en lo que se basa esta estrategia es en controlar el crimen, no en desmantelarlo.
“Desmantelar el crimen significaría acabar sus finanzas, sus bienes, sus verdaderos auspiciadores, tomar el control del territorio e izar la bandera de Colombia. Soldados para esas estructuras criminales se consiguen todos los días, el desempleo y la pobreza hacen que si cogen a 2.000 hayan 4.000 disponibles”, aseguró el experto.
Pero, Jeremy McDermott, codirector del Centro de investigación del crimen organizado Insight Crime, considera que la cifra clave para este análisis no es la de capturas ni la de muertos en combate, sino cuántos de esos detenidos están condenados hoy en día. “Es muy fácil arrestar a alguien, es muy difícil construir un caso y asegurar que alguien esté condenado. No podemos caer en las trampas de las cifras, muchos de ellos van a salir, o ya lo hicieron, por vencimiento de términos”.
Y es que para nadie es un secreto que administrar justicia en Colombia es muy complicado. Las leyes garantistas con los procesados, los cortos plazos con los que cuenta la Fiscalía para armar sus casos y la cantidad de investigaciones abiertas dificultan los procesos judiciales.
Quijano anota que los miembros rasos de esas estructuras criminales pueden tener condenas altas: “una parte de ellos son por concierto para delinquir agravado, en algunos casos homicidio, desplazamiento, desaparición o tortura, pero en Medellín, por ejemplo, los jefes de La Oficina que son capturados, la mayoría o buena parte de ellos, la sacan muy barata, no se van a condenas de más de 6 o 7 años o incluso tienen casa por cárcel. Aunque también se dan falsos positivos, personas que son apresadas y deben ser soltadas meses después”.
La caza de alias Otoniel
Cuando se revisan las cifras en comparación con los carteles de los más buscados de la Policía y de la Fiscalía, es inevitable advertir que algo está fallando en la búsqueda de Dairo Antonio Úsuga David, alias Otoniel.
¿Por qué si la Operación Agamenón, considerada el bloque de búsqueda más grande de la historia de Colombia, que gasta 150 millones de pesos diarios, no ha logrado dar con Otoniel en casi dos años? Tampoco son unánimes las respuestas.
“Los resultados en capturas siguen siendo iguales, han capturado como 52 mandos medios, pero eso no ha reducido los mercados ilegales, ni ha bajado el reclutamiento del “Clan del Golfo”, ni ha reducido su expansión territorial. Es un año agridulce en el sentido de que capturas para mostrar resultados van a existir, pero a nivel de desestructuración de la organización criminal los resultados son muy pobres”, dice Ariel Ávila, subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación.
Y no es solo Otoniel quien no ha caído. Tampoco se han logrado resultados con los demás cabecillas del “Clan del Golfo”. Desde el 2015 los principales objetivos de la Fiscalía son, además de Otoniel, Carlos Antonio Moreno Tuberquia, alias Nicolás; Roberto Vargas Gutiérrez, alias Gavilán, y Luis Orlando Padierna Peña, alias Inglaterra, todos siguen fugitivos.
“La Operación Agamenón pareciera estarle ayudando a abrir campo al “Clan del Golfo”: el dinero que maneja ese grupo es tan grande que es muy fácil permear mucha gente. La pregunta es ¿dónde se mueve Otoniel, cuántos miembros de la Fuerza Pública sirven a sus propósitos? Lo ven pasar en camionetas, saben en qué zonas está, y ¿cuántas personas de Agamenón podrían haber sido permeadas por ese poder económico? En últimas, ¿por qué no cogen a los verdaderos jefes del “Clan del Golfo”?, porque su poder económico es muy grande y porque tiene en una poderosa relación con sectores de la institucionalidad, tienen una nómina paralela muy robusta”, advierte Quijano.
La clandestinidad ayuda
Varios factores posibilitan que los comandantes de las estructuras criminales más grandes del país sigan campantes mientras la Fuerza Pública los persigue.
El primero es que hay cierta simpatía de algunas comunidades que los circundan. Ellos garantizan la seguridad y las comunidades, en cambio, los protegen. Quijano, McDermott y Restrepo están de acuerdo en esto.
El segundo es que son tan clandestinos y hay tan poca información sobre ellos que es muy difícil emprender la persecución. Por ejemplo, Wilson Javier Martínez Ibáñez, conocido como Don César, es señalado por la DEA y por la Fiscalía de ser el número uno de “Los Rastrojos”, segunda estructura criminal que más cocaína envía a los Estados Unidos, pero en el cartel de los más buscados de la Policía no aparece.
Según la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito, en Colombia los cultivos ilícitos aumentaron un 39 % en 2015, y según la DEA son las bandas criminales las que más cocaína están enviando a EE. UU., principalmente por México.
“Con ese aumento de producción son las bacrim quienes están produciendo, moviendo, pero no sabemos nada de esas bandas. Para mí muchos de esos grupos hoy en día son tan clandestinos que no están registrados”, indica el codirector de Insight Crime.
La lucha continúa
2017 inició bien para la Operación Agamenón, ayer capturaron a Ómar Darío Patiño Londoño, alias Óscar, jefe del “Clan del Golfo” en el Pacífico colombiano, así lo reveló el general Jorge Nieto, director de la Policía Nacional.
El ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, insiste en que la lucha contra el crimen organizado debe ser el principal objetivo de la Fuerza Pública en 2017, que ahora, sin las Farc, podrá estar concentrada en acabar esas estructuras criminales que viven del narcotráfico, la minería ilegal y la extorsión.
El ambiente internacional es propicio para hacerlo. Jorge Restrepo asegura que la política antidrogas de Colombia, con Donald Trump como presidente de los EE. UU., va a tener que cambiar para desmantelar esas estructuras más rápidamente.
“Colombia está demorada en rediseñar la política de lucha contra el crimen organizado del posconflicto, una situación en la cual el narcotráfico ya no se va a poder decir que es un problema de narcoguerrilla, simplemente porque la guerrilla va a desaparecer de la historia de Colombia”.
Sin embargo, para McDermott este reto será superior ya que la disidencia de las Farc, que calcula en por lo menos el 20 % de los hombres que hoy integran esa guerrilla, se convertirá en pie de fuerza de los Grupos Armados Organizados. Él los llama Farcrim.