La única forma de que Carlos Banguero viera llegar las oportunidades a Urabá, región que según él está sumida en el abandono y afectada por el conflicto armado, quedó sepultada el pasado miércoles cuando el presidente del Senado, Efraín Cepeda, aseveró que la votación para la creación de 16 circunscripciones de paz carecía de validez.
Banguero, un líder que buscaba un escaño para trabajar por su región en el Congreso, se sintió desilusionado, revictimizado y, como en otras ocasiones, excluido nuevamente. “La afectación principal que nos niega este Congreso, o las personas que se han opuesto, es que nos den la oportunidad de manifestar de forma directa las necesidades de nuestra región, y gestionar a través de esta representación los retos que tenemos en el territorio”, dice el líder.
La desazón por el hundimiento de estos escaños especiales para los territorios que por décadas padecieron los estragos de una guerra sin tregua, no solo la sintió Banguero. Miles de víctimas en zonas alejadas de Colombia asumieron que no eran el centro del Acuerdo como lo repitió durante las negociaciones el presidente Juan Manuel Santos.
Una de esas personas es Yolanda Perea, una mujer que fue víctima de violencia sexual cometida por las Farc, su madre fue asesinada por esa insurgencia y ella se vio obligada a desplazarse forzadamente hacia Medellín.
Con el Acuerdo de Paz consideraba que se abrían posibilidades para que, junto a otras víctimas, tuvieran representación en la Cámara, pero esa opción parece cerrarse pese a que el Consejo de Estado dio su concepto advirtiendo que la votación para la creación de esos escaños sí era válida.
“La situación es muy preocupante porque fuimos al Congreso a explicar cómo funcionarían esas curules, cuáles eran nuestros objetivos y cómo blindarlas para que ningún actor armado se hiciera a ellas, pero no nos escucharon”, explica Perea, y agrega: “Se supone que el centro de todo esto somos las víctimas, pero yo me siento pequeñita tirada por allá, en un rincón”.