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¿Cómo es la guerrilla del Eln y qué la diferencia de las Farc?

  • FOTOS AFP y Colprensa
    FOTOS AFP y Colprensa
12 de octubre de 2016
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Después del anuncio de este lunes en Venezuela, los negociadores de las Farc en La Habana publicaron un comunicado en el que celebraban “con sentimiento patriótico e infinito anhelo de paz” el inicio de la fase pública de las conversaciones entre el Gobierno y “nuestra organización hermana, el Ejército de Liberación Nacional”.

A pesar de que ambas insurgencias están inspiradas en las revoluciones latinoamericanas de los años sesenta, los mensajes de fraternidad y reconciliación no han sido una constante en la relación entre las guerrillas. Si bien no se consideran enemigos de guerra, las Farc y el Eln sí se han disputado territorios en el Valle del Cauca, el nordeste de Antioquia y el departamento de Arauca, donde han llegado incluso a la confrontación armada.

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Tampoco es un asunto de enemistad, sino de diferencias. “Desde el punto de vista del contenido, en general son lo mismo: procesos revolucionarios de cambio social y político”, explica Carlos Lozano Guillén, director del Semanario Voz del Partido Comunista Colombiano y experto en historia de las insurgencias. “Pero hay unas diferencias formales que tienen que ver con el origen mismo de las guerrillas”, dice Lozano.

Las Farc surgió como un movimiento campesino en busca de una reforma agraria, que se nutrió de las experiencias comunistas de Cuba pero también de las guerrillas liberales de los años cincuenta.

El Eln también nació al calor de la Revolución Cubana y los demás movimientos de izquierda de la época, pero desde el principio se planteó como una “crítica al Frente Nacional, que fue una época de exclusión política en la que no cabían otras ideas diferentes a las de liberales y conservadores”, argumenta Marco Romero, profesor de la Universidad Nacional, doctor en Ciencias Económicas y Sociales y miembro del Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz.

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“De algún modo el Eln siempre ha reivindicado la restricción de la democracia como un tema participación política”, dice el profesor Romero.

Esas diferencias, precisamente, son las que hacen pensar a los expertos que el diálogo que se avecina con el Eln va a tomar un rumbo distinto a las negociaciones con las Farc, aunque podrían retomarse algunos aspectos puntuales del acuerdo de La Habana.

Los puntos en común

Tanto Romero como Lozano creen que varios de los puntos que se acordaron en La Habana pueden servir como base para un futuro acuerdo con el Eln, aunque “podrían hacer pequeños cambios o precisiones”, indica Lozano.

Esos serían los “temas clásicos en un acuerdo de paz, como terminación del conflicto, justicia, sustitución de cultivos ilíticos y víctimas”, explica Romero.

“El único principio viable para terminar una guerra por la vía del diálogo es que todos asuman la verdad, que es precisamente el enfoque de la Jurisdicción Especial para la Paz que se acordó en La Habana. Por eso el tema de justicia y víctimas es una discusión ya avanzada, que se puede adaptar. Igual en el tema de terminación de conflicto, que plantea instrumentos que van más allá de la reinserción clásica”, puntualiza el profesor.

Así, dice Romero, “estos desarrollos se podrían ‘heredar’ del proceso con las Farc, aunque adaptándolos”.

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Participación

“Las Farc es más como la estructura de un partido político en armas que tiene una jerarquía, lo que ha permitido que haya un direccionamiento del proceso de paz muy sólido. Todos los guerrilleros rasos obedecen al secretariado. En cambio, el Eln es una guerrilla más “federalizada”, con frentes independientes, y siempre han abogado por la participación de las comunidades en sus procesos de desarrollo”, explica el profesor Romero.

Por eso, los expertos esperan que el Eln exija participación directa de las comunidades afectadas por el conflicto en el proceso de paz, y no una participación indirecta como ocurrió en los diálogos de La Habana, a través de foros organizados por el Gobierno y las Naciones Unidas.

Así, lo más probable es que esa guerrilla proponga una especie de convención de diálogo nacional, para que la misma sociedad defina qué se va a negociar en la mesa.

“Eso tiene un problema, y es que puede dilatar mucho el proceso de diálogo. ¿Cómo será una convención nacional en la que todo el mundo propone y dice algo distinto? Pueden llegar cientos de propuestas y convertirse en algo interminable”, apunta Lozano.

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El mismo acercamiento entre el Eln y el Gobierno fue más difícil y más largo que con las Farc. Hace ocho meses, los delegados de ambas partes estaban anunciando el inicio de los diálogos, pero las aspiraciones de paz negociada solo se pudieron concretar hasta después del plebiscito.

El profesor Romero tiene una posición más optimista al respecto: “el éxito depende de los protocolos que se adopten para controlar la participación. En el momento en que se instale la mesa pública, la tarea principal será organizar una hoja de ruta. Si está bien organizada, el proceso no se hará más largo”.

Política minero-energética

Al igual que las Farc enfocó buena parte de los diálogos en la creación de una reforma rural integral, el Eln “va a insistir en temas de inequidad territorial y en los problemas de indígenas, campesinos y afrodescendientes en sus territorios”, dice Romero.

Eso, probablemente, lleve a una discusión mucho más compleja sobre las políticas extractivistas y minero-energéticas, que son temas cruciales en las zonas de influencia del Eln.

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“Colombia tiene uno de los códigos minero-energéticos más anacrónicos del mundo. Como en el lejano Oeste, aquí el que llegue primero se queda con todo. No solo la guerrilla estaría interesada en que ese código se actualice y tenga en cuenta a las comunidades, sino el mismo empresariado moderno, que muchas veces choca en los territorios con los campesinos e indígenas cuya voz no fue escuchada. Actualizar el estatuto de uso del territorio puede aumentar la productividad”, argumenta Romero.

Lozano, por su parte, es más crítico con ese enfoque: “una condición de Santos es que en la mesa no se iba a discutir el modelo económico, pero para discutir el tema minero-energético necesariamente hay que discutir el modelo económico, el modelo extractivista. Por eso, ese punto no lo veo fácil”.

¿Plebiscito?

Después del plebiscito del pasado 2 de octubre, en el que por un margen muy estrecho los colombianos rechazaron el acuerdo de paz que se firmó en La Habana, la posibilidad de un diálogo con el Eln quedó en “veremos”.

Sin embargo, esta semana, el Gobierno y esa guerrilla anunciaron sus intenciones de sentarse a discutir en la mesa -intención que fue ratificada por la liberación de uno de los secuestrados en poder del Eln-.

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Ahora, la pregunta que queda es si ambas partes están dispuestas a someter a refrendación los posibles acuerdos, o si el presidente Juan Manuel Santos va a hacer uso de la facultad que le da la Constitución para firmar acuerdos de paz sin necesidad de que pasen por el filtro de la votación popular.

“Es muy apresurado sacar una conclusión sobre ese tema. No sabemos aún si vamos a ir a un segundo plebiscito, o si se va a buscar otra fórmula como los cabildos abiertos o la Asamblea Constituyente. Lo claro es que en la agenda con el Eln hay un tema de refrendación popular, que no necesariamente es la figura del plebiscito”, opina Romero.

Para el profesor, que observó paso por paso los diálogos de La Habana, “el problema no fue el plebiscito, sino que hay un país dividido en torno al tema de la paz. Hay gente que aún quiere la guerra”.

“Yo creo que el Eln y el Gobierno tienen que asimilar la experiencia del proceso con las Farc -opina Lozano-. Vea ahora lo que hay, el problema que se armó por un plebiscito. La paz no se puede someter a refrendación, porque es un derecho de todos”.

Lo cierto es que tanto el Gobierno como el Eln, que tiene unos 1.500 hombres alzados en armas, deben aprender de los errores que se cometieron en La Habana y no interrumpir las negociaciones, cuya fase pública empieza el próximo 27 de octubre en Ecuador, hasta que lleguen a un acuerdo.

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