Orejón en Briceño (Antioquia) era, hasta diciembre de 2016, la vereda más minada de Colombia. Hoy su realidad es diferente, el Gobierno y las Farc llegaron, con la Ayuda Popular Noruega, a desminar, pero a la vez el Ejecutivo escuchó la súplica de sus habitantes: había que hacer mucho más.
El desminado humanitario llegó con 17 proyectos avaluados en 22.339 millones de pesos que ayudarían a mejorar sustancialmente la vida de los pobladores de Orejón. Hoy el presidente Juan Manuel Santos llegará a esa vereda a entregar las obras y a explicar cómo este piloto servirá para llevar desarrollo a otras comunidades igualmente alejadas, donde el Estado está ausente todavía y con quienes el conflicto armado se ha ensañado.
“Cuando empezó el desminado acá, a mí me pareció correcto escribir esto, y no lo he cambiado: ‘La vereda Orejón camina hacia la paz, la esperanza y la prosperidad’”, cuenta Bernardo Peláez, uno de los fundadores de la vereda y quien a causa del conflicto ha perdido tierras, pero también ha invertido gran parte de su vida en buscar soluciones a los problemas de su comunidad.
“Las personas que hemos sufrido las consecuencias y los dolores de la guerra, estamos en condiciones mejores para aceptar los caminos de la paz”, dice emocionado.
Eso que llaman posconflicto
En el acuerdo entre el Gobierno y las Farc se establecieron condiciones mínimas de mejoramiento de la calidad de vida de las personas que viven en el campo, Orejón es solo un ejemplo de lo compleja que es la vida rural en Colombia y cómo a través de planes de desarrollo territoriales puede hacérsele frente a la pobreza y la desigualdad.
“El piloto de desminado humanitario en Orejón, ‘Un gesto de paz’, llegó con proyectos que empezaron en esa vereda y se ampliaron a cinco territorios más. Les preguntamos cuál era el ideal de desarrollo social, cómo veían su vereda en un futuro y a partir de ahí ellos empezaron a plantear cuales serían sus soluciones, sus alternativas”, explicó Javier Caucal, asesor de la cancillería para este proyecto.
Lo primero fue mejorar la movilización, ya que para los pobladores era extremadamente difícil sacar productos agropecuarios al pueblo para comercializarlos debido a que debían cruzar la quebrada El Pescado a pie o, si el tiempo era seco, en camperos abarrotados de gente. En la actualidad ya cuentan con un puente construido con las especificaciones técnicas de seguridad. Una motivación más para renunciar a los cultivos de uso ilícito que pululan en la región.
Un joven líder de la Asociación de Campesinos de Briceño le dijo a EL COLOMBIANO que hasta que las veredas no tengan carreteras que permitan el tránsito de cualquier vehículo, la llegada a la cabecera municipal seguirá costando “un ojo de la cara” y es imposible pensar en la sustitución de cultivos de uso ilícito.
Este es el primer paso, Orejón queda, usualmente, a 3 horas de recorrido hasta Briceño, cuando la distancia es de solo 15 kilómetros. El Gobierno espera que pueda reducirse a una hora y media.
No solo es eso. Orejón y Pueblo Nuevo, corregimiento al que pertenece, cuentan con escuela, biblioteca, proyectos productivos, programas de deporte y recreación, entre otros proyectos (Ver gráfico) que le cambian la cara, les dará herramientas para trabajar el campo, para tener mejores oportunidades y poder decirle a la guerra: nunca más.
Aún hay heridas, el dolor no lo borran las obras, dicen los habitantes de Orejón, pero “yo pienso que esta es una muestra de que para los colombianos es tiempo de empezar de nuevo”, concluye Bernardo.
24
entidades se articularon para hacer posible la ejecución de 17 proyectos en Orejón.
9.102
millones de pesos se encuentran ejecutados o en ejecución en Orejón.