En 1985 yo tenía seis años. Esos recuerdos son como fotografías. Intactas. Una a una. Vivíamos en un barrio que se llamaba Santander. Mi papá no estaba esa noche porque él tenía negocios en Mariquita. Nuestro hogar se componía de cuatro personas: mi papá, mi mamá, mi hermano Juan Manuel y yo. Esa noche jugábamos.
Recuerdo que estaba muy oscuro y que mi mamá vio llover arena. Se asustó mucho. Fue y sacó un radio de pilas, que no tenía pilas, y por eso fue donde una vecina a pedirle unas. Cuando escuchó la radio lo primero que gritó fue: ¡Nos vamos ya! ¡Nos vamos ya! Salimos los tres. Recuerdo que el radio sonaba con interferencia, con uisishsssssiiss. Mi mamá le echó candado a la puerta que para que los ladrones no se entraran.
Caminamos dos cuadras y llegamos a una cerca. En esa cerca ella se asusta y se devuelve. Nos devolvimos una cuadra. Ve un palo de guayaba y coge a mi hermano y lo alza para que se salvara y luego me coge a alzarme, pero en ese instante le da miedo y lo baja. Empezamos a sentir cómo el lodo nos va subiendo por los pies, en segundos el lodo nos llegó al cuello, nos fuimos a nadar. Los tres agarrados de la mano nadando. Ahí empieza la lucha por no dejarnos hundir, por respirar. De repente, tassss, todo se detiene.
Busco a mi mamá y la veo junto a mí. Ella empieza a llamar a mi hermano y no aparece, grita y grita. Esa noche fue el purgatorio. La imagen que tengo es que todo está quieto y empiezan a gritar: Ayudaaaaa, ayudaa, sáquenme, me duele, me estoy hundiendooo, me voy a morir, me estoy ahogando. Mi mamá gritaba: Juan Manuel, Juan Manuel. Todos gritando al tiempo. Ayúdenme, ayudaaa, ayudaa... Mi mamá esa noche rezó unos 5.000 rosarios. Ella los empezaba y por allá le contestaban.
De Juan Manuel no sabemos hoy si está vivo o muerto. A los cuatro años de la tragedia salió un canal de televisión que decía que un muchacho Juan Manuel Cuéllar Arias buscaba a su familia. Nos pusimos como locos. No pasó nada.
Nos tocó pedir comida, ropa. En la Cruz Roja de Bogotá nos regalaban ropa. Recuerdo que llegábamos a un salón y nos decían que teníamos un minuto para que cogiéramos ropa. Yo entré y cogí una camisa y un bluyin y me enamoré de unas botas, pero sólo había una bota y salí con una sola botica y mi mamá me regañó y se puso a llorar.
Lo que pasó después es que unos amigos le regalaron un plante a papá y montó un supermercado en Mariquita y con eso arrancó. Mi mamá montó una droguería. Luego yo me fui a estudiar Medicina a Bogotá y hace cuatro años me convertí en el alcalde más joven que ha tenido el municipio, sin pasado político, a mucho honor soy el hijo del dueño del supermercado del pueblo”.