x

Pico y Placa Medellín

viernes

0 y 6 

0 y 6

Pico y Placa Medellín

jueves

1 y 7 

1 y 7

Pico y Placa Medellín

miercoles

5 y 9 

5 y 9

Pico y Placa Medellín

martes

2 y 8  

2 y 8

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

3 y 4  

3 y 4

language COL arrow_drop_down

En libertad campesino acusado de ser “el Becerro”

Para salir de prisión, el labriego se acogió a la Justicia Especial para
la Paz. Pagó 13 años de cárcel.

  • Gilberto Torres Muñetón expresó que en la cárcel conoció varios casos como lel de él en el que, con falsos testigos, buscan condenar a personas inocentes. FOTO manuel saldarriaga
    Gilberto Torres Muñetón expresó que en la cárcel conoció varios casos como lel de él en el
    que, con falsos testigos, buscan condenar a personas inocentes. FOTO manuel saldarriaga
En libertad campesino acusado de ser “el Becerro”
01 de noviembre de 2017
bookmark

La justicia, que a veces cojea pero llega, y en otras ocasiones es rápida con sus sentencias, tardó 13 años en darse cuenta que el campesino Gilberto Torres Muñetón, no era guerrillero, y mucho menos “el Becerro”, jefe del frente 57 de las Farc, acusado de la masacre de Bojayá, Chocó, cometida en 2002.

En sus últimos días en la cárcel de Cómbita, en Boyacá, Gilberto se aferró, como un moribundo a la vida, al indulto temporal que concede la Justicia Especial para la Paz, JEP, la cual hasta ahora ha beneficiado a más de 1.100 militares y 1.658 guerrilleros, y que dio su boleto de salida el pasado 26 de octubre después de 4.708 días de encierro, señalado de forma equivocada.

Al cruzar el gran portón gris y azul, Gilberto exhaló un vaho frío que a las 4:00 a.m. le supo a libertad, y horas después, se sentó a comerse en Tunja una bandeja de pescado y carne, de esas que no se ven en prisión. “Hasta pensé que me haría daño”, recuerda.

Mientras comía, Gilberto recordó que el 13 de octubre de 2006 fue sentenciado a 37 años y seis meses de prisión, y a pagar una multa de 1.734 millones de pesos “al declararlo responsable a título de coautor de los delitos de homicidio en persona protegida, rebelión, utilización de métodos y medios de guerra ilícitos, actos de terrorismo, destrucción de lugares de culto”, como indican los cuadernos del Juzgado Segundo de Ejecución de Penas y Seguridad de Tunja (causa: 2005-00106-00); pero en esa misma mesa, y ya libre, sentenció que este episodio sería parte de su pasado.

***

Mucho antes de dormir en celdas frías, de tener en una carpeta guardados los documentos y expedientes de su caso, ordenados con el juicio de un notario; mucho antes de que la Fiscalía presentara dos testigos que los señalaron como un temible jefe subversivo, Gilberto era un campesino con una parcela en el corregimiento El Aro, en Ituango.

En esta tierra enclavada entre montañas frías del norte de Antioquia, cuyos productos aún salen a lomo de mula y se tardan cuatro horas en llegar al puerto más cercano sobre el río Cauca, este labriego tenía cultivos de pancoger, algunas vacas y otros animales que le servían para su sustento.

En este territorio el frente 18 y el frente 36 de las Farc tenían su influencia, por eso a don Gilberto en algunas ocasiones le tocó “hacerles algunos favores” y como a muchos campesinos que viven en zona de orden público delicadas, tuvo una relación indirecta o de lo contrario podría ser asesinado o sacado de su terruño.

Los nexos de Gilberto con la guerrilla —agrega el abogado León Montes— se relacionan por el hecho de ser obligado a prestar las mulas para cargar las mercancías. “Dicen los testigos que él era un auxiliador de la guerrilla y que era guerrillero, pero él en ningún momento ha usado armas o ha estado camuflado, él es un campesino raso”.

Esa presencia guerrillera en El Aro fue el pretexto para que el 22 de octubre de 1997 cerca de 200 paramilitares, bajo el mando de Salvatore Mancuso se tomaron esta población, asesinaron a 17 labriegos, quemaron medio pueblo, se robaron 300 reses y desplazaron a 500 personas.

Pero a don Gilberto no le tocó esta barbarie. Días antes se fue a Medellín a buscar mejor fortuna para él, sus dos hijos y su esposa. Y fue feliz, hasta el 8 de diciembre de 2004 cuando fue capturado por un grupo élite de la Policía y señalado como “el Becerro”.

Gilberto pide justicia

El 25 de julio de 2015, cuando en las negociaciones de paz entre el Gobierno y las Farc se empezó a exigir verdad para las víctimas, desde Cuba, un jefe negociador de ese grupo guerrillero señaló una de las pruebas que mostraban a Gilberto Torres Muñetón como un campesino.

“Es un caso de homónimos que comenzó siendo una confusión. ‘Gilberto Torres’ fue el seudónimo escogido por José David Suárez, al momento de ingresar a las filas de las Farc. Una elección hecha al azar, vaya uno a saber por cuál razón”, expresó en su momento Carlos Antonio Lozada.

Cuatro meses antes, el 1 de marzo de 2015, un grupo élite de las Fuerzas Militares y la Policía se “arrastró” hasta el río Opogadó, en Bojayá, Chocó, para analizar los movimientos de un objetivo de alto valor –como dicen en el argot militar–. Allí ubicaron a José David Suárez, el verdadero “Becerro”.

El 8 de marzo, mientras cerraba un trato “para el traspaso de armas y un cargamento de coca que sería enviado a Centroamérica”, como informaron fuentes judiciales, se presentaron combates. Un día después, el jefe de las Fuerzas Militares, general Juan Pablo Rodríguez Barragán informó: “nuestras Fuerzas Militares, en coordinación con la Policía, dieron otro duro golpe al narcotráfico con la muerte en combate de alias ‘el Becerro’ comandante del frente 57”.

Con estas pruebas, y otras que desestimaron ser parte de alguna estructura fariana, Gilberto aún no entiende porqué razón no había sido declarado inocente y tuvo que acudir a la Justicia Especial.

“En este país hay muchas clases de delincuencia y una de ellas es de cuello blanco llamada Fiscalía y jueces. Todo lo que tiene que ver con la rama Judicial es la corrupción más grande porque en la cárcel hay personas que las conocí, y al igual que a mí, las pruebas están demostrando que no son los que señalan, y como yo, están siendo acusados con falsos testigos, falsas pruebas y falsos positivos”.

Volver a empezar

En su salida de la cárcel, don Gilberto encontró que muchas cosas habían cambiado. La tecnología había avanzado más de lo que él creía, y en su familia lo esperaba una nueva integrante: su nieta.

Para Marcela, su hija, nada les devolverá el tiempo que su padre estuvo entre los barrotes, y les quitará la estigmatización, pero ahora junto a él, “es el momento de iniciar un nuevo camino”.

Gilberto también desea comenzar una nueva vida. “Ese tiempo no se recupera”, dice, y por eso acudirá a la JEP a contar cómo fue involucrado en un caso que según él no tuvo que ver, y demostrar la injusticia de un país que lo condenó a prisión más de tres décadas por tener la mala fortuna de llamarse como un jefe guerrillero.

Infográfico
El empleo que buscas
está a un clic
Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD