Bienvenidas al Museo de Antioquia, dice Valentina, y luego pregunta a su compañera guía, ¿estamos de mañana o de tarde?, y vuelve a empezar el recorrido por la sala Botero.
– Buenos días, bienvenidos, mi nombre es Valentina.
– Buenos días, mi nombre es Yurany. En esta mañana les vamos a hacer una visita guiada llamada Feria de las Flores, que les vamos a hacer por unos cuadros de Botero que nosotras mismas escogimos. Les vamos a dar nuestro punto de vista.
Se paran frente a la pintura La familia colombiana, que muestra al padre con traje, la esposa de pelo negro, la niña con la muñeca, un joven que duerme sin camisa en el mueble, la empleada que ofrece café y una niña con delantal que vende pan. A la derecha se ve la cabeza de un hombre.
– Este cuadro es un reflejo de la familia colombiana –cuenta Yurany–. Esta señora (señala a la esposa) está haciendo el papel de madre, y está mirando a la empleada con rabia y odio. ¿Será que piensa que ella tiene algo con el marido? Pero no se pone a pensar que el marido está abusando de ella y producto de ese abuso nació esta niña, porque también podemos ver que esta niña tiene delantal, tiene vestimenta de una empleada, mientras la otra no.
– Como les estaba diciendo mi compañera –ahora habla Valentina–, este hombre es el centro de atención. Estamos viendo el machismo en esta familia. Este hombre que está aquí está desnudo, está dando mala influencia a estas dos pequeñas. ¿Qué podemos evidenciar?, que puede ser el abusador de las niñas, pero la mamá, por miedo a que metan el marido a la cárcel, o a que le quiten a sus hijos, calla, sin importarle que estén sufriendo. Es ahí donde nos vamos a este hombre (el de la ventana), el más importante de esta situación, que es el que ve y calla. Está satisfaciendo su morbo y no le está importando nada de lo que está pasando, porque no es su vida, pero está haciendo mal, es cómplice. Esto es lo que les queríamos contar aquí, por favor nos acompañan por acá.
Mientras caminan a la siguiente obra, un señor les pregunta que cuál es el mensaje, y Valentina responde que tiene que seguir viendo para que entienda.
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La Feria de las Flores es el proyecto de la artista Nuria Güell para el MDE15. Cuando vino a Medellín a investigar su propuesta decidió que el tema que quería tratar era la explotación sexual infantil, como una forma de esclavitud contemporánea y un eslabón del turismo sexual de la ciudad.
Valentina y Yurany hacen la visita guiada el sábado, y Dahiana y Eliana, el lunes, todas a las 2:00 p.m. Inician como guías que cuentan una historia ajena, en tercera persona, pero es, sobre todo, su historia, en primera.
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– Un día la coordinadora –cuenta Yurany– nos avisó que había un proyecto en el museo sobre la explotación sexual y cuando mencionaron nuestros nombres nos alegramos. No pensamos que esto nos iba a suceder, que íbamos a contar nuestra historia a partir de unos cuadros de Fernando Botero. Por mi parte nunca le dí importancia a unos cuadros, pensé que eso eran mamarrachos, pero no que iban a darnos tanto significado.
–El día que llegamos –sigue Valentina– empezamos a conocernos, a hablar de qué pensábamos de la situación, de que si éramos capaces de hablar. Nuria nos llevó a la sala y nos dijo ‘miren los cuadros y escojan los que quieran y les den más significados para lo que necesitamos hablar’. De todo lo que nos ha pasado a cada una ahí fue fluyendo y pudimos ver más allá de cada situación. Lo que decimos durante la guía no lo practicamos para nada. Eso sí es de lo que sale, por eso no es lo mismo todos los días. Se habla de lo mismo, pero en otras palabras. En esos cuadros encontramos muchas representaciones para contar.
– Las pinturas me traían recuerdos, aunque fueran muy malos, y como dicen, para olvidar hay que recordar. Entonces en esos cuadros recordamos nuestro pasado y poco a poco vamos pensando que no es nuestra culpa que nos haya sucedido, pasó y ya, y tenemos que pensar que no vuelva a pasar.
–¿Se puede olvidar?
– Olvidar no –responde Valentina–, porque fue una experiencia muy grande. Mucha gente nos felicita por estar hablando de esto tan duro, y sí, es muy duro, pero nos hace crecer mucho porque así sacamos la rabia, contando. A mí me ha ayudado mucho a reflexionar.
– ¿Por qué contar?
– A mí me parece chévere que ellos sepan que eso no solo me pasó a mí o le pasó a ella –continúa Valentina–, sino que le puede pasar a cualquier persona. Es más que todo que esto se riegue y haya más gente que pueda venir a escuchar, se orienten y sepan qué hacer en esta situación, o que no solo se queden callados por miedo, sino que puedan denunciarlo”.
– ¿Cómo les ha ido con la gente?
– La mayoría se va muy triste –explica Yurany– porque se conectan mucho con lo que nos sucedió y se ponen a reflexionar, no como otra gente que no les da importancia y cuando al principio de los cuadros ven de qué se trata, salen corriendo del museo. A veces salimos con 20 personas y terminamos con dos o tres, porque no les interesa lo que decimos. Deben decir, esto no me sucedió a mí, por qué tengo que escucharlas. Algunas veces la gente sí está con nosotras y nos apoya.
– Yo no le doy mucha importancia a la gente que se va –indica Valentina–. Le doy más importancia a la gente que se queda, porque veo que son personas que les interesa lo que les estamos contando o que están sintiendo el dolor que estamos sintiendo en este momento. Las personas que se van, o hicieron parte de lo que nosotras estamos hablando, tienen miedo o creen que nunca les va a pasar. Yo pienso muchas cosas cuando la gente se va.
– ¿Les da pena ser guías?
– A mí no me da pena, hoy amanecí así. A mí me da más pena con pocos que con mucha gente –se ríe Valentina–.
– Yo a veces amanezco sin ganas de hablar, como distraída en otros mundos, y hoy fue uno de esos días, amanecí con pena. Otras amanecemos sueltas, con ganas de hablar.
– Otros días amanecemos nostálgicas, y yo lloro mucho.
– ¿Se acuerdan del primer recorrido con público?
– (Valentina suspira) Estaba temblando. Creí que nos iba a ir muy mal, pero no.
– Yo era ahí muerta del miedo. Qué dirán, a mí todo esto me pasó por la mente.
– O qué pena contarle esto a la gente. A mí me da mucha pena contarle eso a esas personas que no nos conocen, porque nosotras venir de desconocidas a contar eso. A mí en este momento no me da pena sentirme con miedo, sino que me importa que otros lo escuchen, para que no les pase a más personas.
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El recorrido dura 20 minutos. Cada personaje de los cuadros elegidos es la posibilidad de recordar, de compartir con otros, de contar. De seguir .