El peligro para las comunidades ubicadas aguas abajo del proyecto Hidroituango no está eliminado, aunque sí reducido. Mientras empleados de EPM y del consorcio constructor CCC siguen trabajando para subir el nivel de la presa a 415 metros sobre el nivel del mar, 5.000 personas tendrán que continuar por fuera de sus hogares.
“La amenaza de la represa es seria y hasta que EPM no nos diga que tiene la situación controlada en su totalidad, no bajamos la guardia”, dijo ayer Carlos Iván Márquez, director de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo (Ungrd), durante un recorrido por el Bajo Cauca antioqueño.
Por orden de la Ungrd, los habitantes de Puerto Valdivia y Puerto Antioquia -este último en Tarazá- deberán seguir viviendo en albergues o casas de familiares. La orden también aplica para los residentes de Cáceres que habitan a menos de 200 metros del río.
El nivel de riesgo es menor para el resto de los habitantes de Cáceres y Tarazá. La Ungrd bajó la alerta de roja a naranja, lo que permitió que muchos de ellos retornaran a sus casas.
Según el Puesto de Mando Unificado, 19.000 personas ya volvieron a sus viviendas ayer.
Los albergues en pie
La situación más compleja sigue siendo la de Valdivia. Allí se calcula que hay 3.000 personas distribuidas en 13 albergues. Tan solo en el coliseo hay 439 personas repartidas en 84 carpas. Entre ellos, 202 menores de edad y 26 mayores de 60 años, según la coordinación del centro.
La líder social Teresa Jaramillo denunció que los dos problemas más críticos en esos espacios son la falta de actividades para los niños y la interrupción de la planificación familiar en las mujeres. “Muchas salieron de sus casas sin las pastillas o ya no tienen recursos para eso. Nos da temor que esto termine en un boom de embarazos”, dijo.
Su advertencia no es traída de los cabellos. Los mismos habitantes del coliseo comentan, en voz baja, que la convivencia con tanta gente es compleja y, por eso, a comienzos de esta semana empezaron a organizar brigadas de aseo y normas de convivencia que están fijadas en una cartelera. Una de las reglas dice: parejas que vayan a tener relaciones sexuales deberán hacerlo “de manera discreta”.
El alcalde de Valdivia, Jonás Henao, aseguró que con las autoridades de salud hará una revisión de esta y otras problemáticas. “Ya hemos resuelto contingencias con la alimentación. El trabajo es intenso pero cada día mejoramos”, dijo el mandatario.
El Puerto, medio desierto
Henao manifestó su preocupación porque aunque la orden de evacuación sigue vigente, muchas personas han optado por regresar a Puerto Valdivia. “No podemos sacarlos a la fuerza, pero no queremos que les pase nada”, dijo.
EL COLOMBIANO recorrió las calles del corregimiento ayer al mediodía. Dos locales comerciales, sobre la troncal a la Costa Atlántica, estaban abiertos pero sin clientes.
En los sectores de La Platanera apenas había cinco ancianos, cuatro perros callejeros y 13 cerdos, estos últimos, encerrados en un corral. Algunos metros más abajo, en La Arrocera, una veintena de campesinos con sus caballos empacaban en sus costales varias gaseosas, cajas con comida y melaza para caballos.
Zoraida Escobar, administradora de la tienda donde se congregaban los campesinos, explicó que está viviendo en la casa de un amigo en Valdivia pero que regresó para sacar los pocos alimentos que aún se podían consumir. “Me encontré con gente de las veredas que había bajado para buscar comida. Se llevaron café, gaseosas, melaza y medicamentos. Me dijeron que estaban desabastecidos”, contó.
Y es que el problema de las veredas parece agrandarse. Precisamente ayer, la alcaldía local pidió apoyo del Ejército para llevar mercados a las casi 200 familias que habitan las veredas de La Candela y Puquí.
Édgar Arango, líder veredal de La Candela, dijo que caminó siete horas para buscar a las autoridades, pues en su zona ya escaseaban elementos de aseo y no había quién les comprara la cosecha. El campesino retornó a su vereda con 80 mercados a bordo del helicóptero MI-17 del Ejército, el mismo que se usó en la mítica operación jaque.