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inmigrantes estarían en Sapzurro y Turbo, dice Migración Colombia.
Kellys Álvarez Torres, morena, delgada, de 1,75 de estatura y con un vestido de flores que le llega hasta los tobillos, carga en sus brazos al pequeño Samuel, de siete meses, que de repente se desvanece y pareciera como si no respirara. Hay susto en la bodega de Turbo donde se hacinan más de cien migrantes cubanos que esperan una solución que los lleve a Estados Unidos, a donde quieren llegar desde que abandonaron su país, unos hace meses y otros hace años.
Kellys sacude un poco a su niño, le dice “hijo, hijo, despierta”, pero el bebé no reacciona y ella, angustiada, se levanta de la colchoneta en la que estaba sentada y se va afuera a buscar el aire, que en la bodega parece no circular generando un sofoco total.
-Me da susto, mira cómo está de pálido-, le dice a otra mujer que la acompaña y que comparte su angustia.
Tras varios gritos desesperados, el bebé mira fijamente a su madre. Y sonríe. A Kellys le vuelve el alma. Y lo estrecha más contra su pecho. El amor brota en las miradas, la ternura y en un suspiro de la mujer al notar que su niño está a salvo. Cada cosa que les pasa a sus hijos es un dolor más que le suma a su experiencia de vida desde que partió de Cuba hacia Ecuador, hace dos años, buscando un mejor futuro.
-El viaje con ellos es duro, hay peligros en el camino, uno no sabe lo que se puede encontrar, Kevin estuvo enfermo y en el hospital de acá (Turbo) me lo atendieron-, cuenta Kellys, de 32 años, abogada y madre soltera. De Cuba salió cuando Kevin tenía cinco años y en Ecuador engendró a Samuel, también con un cubano, pero ninguno de los dos padres se hizo responsable y a ella le toca sola.
Está en Turbo porque su partida desde Ecuador, hace dos semanas, coincidió con el cierre de la frontera panameña, que permitía el paso de inmigrantes hacia Centroamérica, México y Estados Unidos, donde los isleños, por la llamada Ley de Ajuste Cubano, son bien recibidos y apoyados para quedarse.
-Estaba decepcionada de mi país, como estudiante uno cree que todo va a cambiar, que va a mejorar, pero llevamos más de cincuenta años y nada, entonces hace dos años Ecuador hizo un convenio para recibir cubanos sin visa, no lo pensé dos veces, vendí mis pertenencias, todo, y salí con todos mis sueños para sacar adelante a mi hijo-, relata Kellys, mirando a sus dos pequeños. Samuel ya no está pálido y sonríe con amplitud.
Un problema de gobiernos
Ignacio Leal Arias, marinero desde hace 25 años, luce elegante. No pierde su estilo aunque duerma en una colchoneta en el piso de una bodega que los turbeños les acondicionaron a los cubanos para que estuvieran allí mientras se les resuelve la situación, ya sea que el gobierno colombiano los deporte o gestione que los reciban en México. El espacio es amplio, pero ante el montón de personas arrumadas una tras otra, se siente estrecho. Las autoridades calculan allí menos de cien, pero ellos dicen que son 200 y que en hoteles y las calles hay otros 35. No es fácil el conteo. Migración Colombia dice que son 70 en la bodega y 30 por ahí, en calles, hoteles y en casas de turbeños.
Ignacio, con su camisa de flores y de sombrero, expone las razones de verse allí en tan penosa situación.
-Salí de Cuba por la mala situación económica, las economías de un pueblo disminuyen cuando las políticas no cumplen. Llevamos 56 años con una política de altas y bajas, con aciertos en educación y salud, pero eso no es todo y lo ha demostrado la cantidad de cubanos que han salido en el tiempo-, explica. Luce diferente en medio de sus coterráneos, que caminan de allá para acá, la mayoría sin camisas y en playeras que les regalaron los pobladores de Turbo. Mientras unos se asean los dientes, otros lavan ropa. Algunos juegan dominó y no falta el que fuma pipa. Tanto hacinamiento no parece apto para humanos.
En el piso, las mujeres, varias de ellas madres, descansan sentadas en colchonetas, que también les obsequiaron los residentes de la población de Urabá. No hay espacio entre una y otra. Se ve indigno.
-El día que se hable de la historia de la migración cubana, habrá que hacerle un monumento a este pueblo de Turbo, que nos ha sacado lágrimas, porque nos dio albergue, comida y no porque les sobre sino porque la quieren compartir con nosotros-, afirma, pero reitera que solo serán felices cuando lleguen a su destino. No hay reversa cuando los sueños son más gigantes que las barreras de los gobiernos-, resalta.
Como en carne propia
Para Emélides Muñoz, secretario de gobierno de Turbo, hay una razón para entender el apoyo que su pueblo les ha dado a los migrantes:
-De 163.000 habitantes que tiene Turbo, 92.000 han sido víctimas del conflicto. El turbeño conoce el sufrimiento del desplazado porque lo vivió en carne propia y por eso su solidaridad-, sostiene.
Añade que hace más de diez años se viene dando el fenómeno migratorio, que fue pasando de 100 el primer año, 200 el segundo, 300 el tercero hasta llegar a 9.500, la cifra de los que pasaron por Urabá el año anterior. Este año, según sus cuentas, van 4.300.
Explica que hay dos perfiles de migrantes: los cubanos y los demás: africanos, asiáticos y haitianos.
-Estos últimos no hablan español y todo se les dificulta más y a pesar de las restricciones, siguen a Panamá y se internan en la selva. Los cubanos no lo hacen y se quedan en hoteles, casas o hasta en el atrio de la iglesia.
Advierte que los no cubanos son más vulnerables, porque al no hablar español son víctimas de los traficantes de personas, miembros de grupos armados que sacan provecho de su situación y los maltratan, los roban o los abandonan en el mar o en la selva.
-Le pedimos al Gobierno que adelante conversaciones con Panamá, México y Estados Unidos para solucionar la situación de estas personas. Y que así como Panamá, Nicaragua y Costa Rica cerraron sus fronteras, ponga controles.
El alcalde de Turbo, Alejandro Abuchar, en un esfuerzo desesperado por buscarle solución a la situación, que ha calificado de crisis humanitaria, llegó hasta la Gobernación de Antioquia a pedir medidas. Sin embargo, las que llegaron no complacen a los cubanos, pues el tema es del resorte exclusivo de Migración Colombia, que les dio a todos salvoconductos de migrantes para que sigan su rumbo.
-Nosotros no tenemos potestad para establecer convenios ni dar salvoconductos, solo los atendemos en nuestro territorio garantizándoles los derechos esenciales más por algo humanitario que de legitimación-, subraya Abuchar.
Juan Manuel Caicedo, portavoz de Migración Colombia, recalca que frente al tema de los inmigrantes solo hay tres opciones: regresarlos al país de origen, deportarlos al último país del que salieron o que un tercer país (que sería México) haga la solicitud a Colombia para recibirlos, pero esta solicitud no se ha hecho.
-Nosotros les garantizamos el debido proceso y les damos los salvoconductos para que sigan su rumbo como migrantes-, subraya Caicedo y añade que a Ecuador han sido deportados 733 y que sumando Turbo y Sapzurro son en total 120 los represados en Colombia.
Sin embargo, para Gabriel Rojas, coordinador de refugio y migraciones forzadas de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes), Colombia no ha sabido resolver la situación de estos ciudadanos porque carece de una política de migraciones y actúa más bien con un criterio xenófobo.
-Es paradójico, porque tenemos más de cuatro millones de colombianos en el exterior, pero no les garantizamos los derechos a los migrantes-, advierte.
En una semana vencerá el plazo de irse a los cubanos y los pocos haitianos y africanos que aún andan por Turbo. Y no habrá más opción que regresar o tirarse a la selva.
-Nuestro objetivo es Estados Unidos y jamás regresaremos. No hay retorno cuando los sueños son firmes. Y aunque sabemos lo que nos espera en la selva, los sueños son más grandes que el miedo-, repite Alejandro Labarte, un ingeniero de sistemas cubano con especializaciones, pero que a pesar de su estudio se siente frustrado como profesional, pues en su país ese oficio no se puede casi ejercer.
Él es su vocero. La voz de todos los cien o más que apilados en la bodega aún esperan un trato digno de parte del gobierno colombiano. El salvoconducto es un papel. La vida está a 4.222 kilómetros, los mismos que separan a Colombia de Estados Unidos, donde es, para ellos, la última parada.
16
inmigrantes es el promedio de migrantes llegados a Turbo la última semana.
230
inmigrantes habría en realidad en Turbo, según dicen los voceros cubanos.