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“Monstruo de Oriente”, ¿un casanova con instinto criminal?

En menos de dos meses, (entre noviembre y enero), Jaime Iván Martínez Betancourt asesinó con crueldad a dos compañeras sentimentales y dos hijastros. Y confesó tener 25 víctimas.

  • La abuela de Natalia guarda esta foto en la que se le ve (de camiseta azul) con su niña cuando tenía dos años. FOTO Manuel saldarriaga
    La abuela de Natalia guarda esta foto en la que se le ve (de camiseta azul) con su niña cuando tenía dos años. FOTO Manuel saldarriaga
26 de junio de 2016
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En la casa de Genoveva (no dice el apellido por más que se le insista), abuela de Natalia García Gil, todo es silencio. Si afuera se escuchan los cantos de los pájaros y el sonido de los árboles cuando se mecen al viento en esta vivienda campesina en la vereda Hojas Anchas, de Guarne, al interior, aunque no podamos ingresar, no se nota que haya siquiera un aparato de radio encendido.

-¡Qué le voy a decir! mi nieta ya está muerta con sus niños y esto es lo más triste de la vida-, repite Genoveva, parada en la puerta de la casa sin acercarse a la malla donde está la otra puerta de ingreso al predio. Nos atiende a 10 metros de distancia, a gritos, porque el paso de los aviones por la cercanía del aeropuerto José María Córdova interrumpe cada dos minutos el diálogo.

Pero algo alcanza a contar. Hace casi dos años que Natalia llegó a su vivienda buscando refugio tras abandonar su pueblo natal, Zaragoza, una vez su último compañero sentimental se marchó y la dejó sola con sus dos hijos, Nelson y Mariana, de 7 y 5 años de edad.

-Yo la recibí con todo el cariño. Se vino sin los niños, que los dejó con la mamá, en Zaragoza. En Guarne se puso a trabajar en un hospital, pero allá le notaron la tristeza por no estar con sus hijos, entonces se salió, se fue a Zaragoza y los trajo-, relata Genoveva, como de 80 años, enferma y al cuidado de Luz Mary, una de sus hijas mayores y tía de Natalia.

Dice que la muchacha -de 33 años- empezó a trabajar en distintas cosas hasta que resultó en Villa Sierra, el condominio en el que meses después, junto a sus hijos, encontraría la muerte de manera brutal a manos de Jaime Iván Martínez Betancourt.

Se sabe que Natalia, andando en bicicleta por Hojas Anchas, a medio kilómetro de la autopista Medellín-Bogotá, conoció a Jaime Iván, de quien se enamoró al punto de llevarlo a vivir con ella y sus niños a la casa que le asignaron en el condominio. Al parecer, por lo que en la vereda relatan de él, tenía facilidades para encantar a las mujeres. Era un conquistador.

Tanto, que años atrás había sostenido amores con otra mujer de la vereda San José, cercana a Hojas Anchas, con la que vivió casi tres años en un idilio del que nació una bebé que hoy tiene cuatro años y que, según la madre, es el amor de la vida de Jaime Iván, que algunos llaman el “monstruo del Oriente”.

-Yo no puedo decir que él me trataba mal o que fue malo conmigo. Menos con la niña, él se veía en ella, la cargaba todo el tiempo, la mimaba y hasta se enojaba cuando yo la reprendía-, dice esta mujer, que cuida la escuela de San José y en donde vivía con Jaime Iván gracias a que la Acción Comunal les permitió vivir allí por las dificultades que pasaban en Guarne.

-Él era un tipo muy formal, charlatán, con gracia, y nos convenció para ayudarlo en esa cuestión (permitirles quedarse en la escuela), pero vea con las que salió-, cuenta un habitante de San José. Pero el destino torcería los caminos de las mujeres involucradas en la vida de Jaime Iván.

-Yo vivía con él muy feliz, pero un día me dijo que me dejaba por otra, ya mi bebé tenía dos años y medio, dijo que estaba enamorado y cuando un hombre lo deja a uno por otra más joven ya no hay nada qué hacer-, dice la cuidandera de la escuela y ruega que no divulguemos su nombre. No cree que él sea un criminal capaz de asesinar a tanta gente.

Las argucias del asesino

La mujer por la que Jaime Iván la dejó era Natalia, con la que andaba en moto por Hojas Anchas. Y todo parecía felicidad, hasta que algunas cosas empezaron a cambiar.

-Los niños dejaron de venir a mi casa, ellos siempre venían por la tarde, después de la escuela, yo les daba el algo, jugaban en el jardín, hasta que un día el niño me dijo que ya no los iban a dejar volver porque ese señor se los prohibió-, recuerda Genoveva.

En noviembre de 2015, Nelson y Mariana dejaron de ir a la escuela. Y ni a ellos ni a Natalia se les volvió a ver en Hojas Anchas. Pero a una hija de Genoveva le llegaban mensajes de celular supuestamente de Natalia en los que le decía: “tía, estén tranquilos que estoy bien, me fui de Guarne pero volveré”.

Pero dos hechos levantarían sospechas alrededor de Jaime Iván. Uno, que Natalia no asistió al sepelio de su abuelo, que falleció en enero. Y en este mismo mes desapareció María Gladys Arango Cuervo, otra mujer de 51 años de la vereda San José que resultó en amores con él tras la desaparición de Natalia.

Pero a diferencia de esta última, la familia de María Gladys sí denunció la desaparición y hasta inundó el Oriente con carteles.

-Yo luché mucho por buscar la verdad, porque ella no era de ausentarse-, relata Areiza, sobrina de María Gladys, que hoy es todo tristeza.

Atando cabos, las sospechas cayeron en Jaime Iván, quien fue capturado por el Gaula de Oriente y la Fiscalía hace dos semanas. Le llegaron a su vivienda del condominio, donde extrañamente se había quedado tras la desaparición de Natalia y sus niños a sabiendas de que fue ella quien primero consiguió allí el empleo y luego se lo llevó a él para compartir el espacio.

La misma estrategia que usó Jaime Iván de quedarse con los celulares de sus víctimas para enviarles mensajes a los familiares para hacerles creer que seguían vivas, fue lo que al final lo hundió. Como la simcard de María Gladys seguía activa, el Gaula ubicó el celular en el condominio.

En el allanamiento a la casa, encontraron huellas de sangre en las paredes, 12 celulares, 16 simcards, prendas de varias mujeres y una caja con alhajas que pertenecían a María Gladys, lo que dejó en evidencia a Jaime Iván, quien no tuvo otra opción que confesar su delito.

Una confesión que sorprendería a las autoridades, pues el sujeto reveló que no solo había asesinado a esta mujer sino también a Natalia y sus hijos, a quienes ahorcó con cuerdas de nylon y luego los sepultó en un lote cercano a la vivienda. A María Gladys, incluso, la incineró.

-Eso fue lo más horrible que hizo y lo que ha hecho casi imposible que la identifiquen-, se lamentó Areiza, que busca que a través de la carta dental pueda por fin dársele plena identificación a su tía para sepultarla.

Ya va casi una semana desde que los cuerpos fueron exhumados y aún no les han sido entregados a los familiares. Entre tanto, la Fiscalía sigue explorando terrenos del Oriente buscando otras posibles víctimas de Jaime Iván, quien en un principio dijo que había cometido crímenes similares contra otras 21 personas, según revelación del director de Seccionales y Seguridad Ciudadana de la Fiscalía General, Luis González.

-De acuerdo a lo que él nos ha venido informando en los interrogatorios, de que en esa finca había cuatro cadáveres (todos encontrados), eso nos da credibilidad en lo que dice-, declaró el investigador.

Pero para sorpresa, a mitad de semana él cambió su confesión. Dijo que no es cierto que haya matado a más personas y que sus únicas víctimas son María Gladys, Natalia y sus hijos, homicidios que dijo cometer en momentos de ira.

Le tocará a la Fiscalía seguir cotejando pruebas y testimonios para esclarecer este caso, aunque los investigadores tienen claro que tras la apariencia de serenidad de Jaime Iván hay un criminal despiadado y calculador, que no tuvo escrúpulos para ahorcar a dos mujeres y dos niños, incinerar a una de las víctimas, cavar sus tumbas y enterrarlas y seguir por el mundo como si nada, ocultar los hechos y con celulares hacerles creer a las familias que estas personas seguían vivas.

-Era un tramador, así le decíamos, él contaba todos esos asesinatos pero no le creíamos porque pensábamos que estaba loco-, dice un empleado de una empresa de químicos de Guarne en la que Jaime Iván laboraba hacía meses.

Un casanova. Un sicópata. Un asesino serial. Un criminal frío y despiadado. Un monstruo. Todos calificativos con los que la gente se refiere a este enigmático homicida que, dicen, llegó hace cuatro años se Samaná (Caldas) a sembrar la muerte en las veredas del Oriente antioqueño.

60
años de cárcel - la pena máxima- podría pagar Jaime Iván por sus crímenes.
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