Aunque se entiende que en la mesa de negociación se partió de aceptar la existencia de un conflicto armado en Colombia, y se reconoció la interlocución de las Farc en condici0nes paritarias, con el ánimo de explorar, abordar y resolver las causas de esa confrontación político-militar, no se puede soslayar el deseo enorme de las víctimas de las Farc de ser escuchadas y de recibir respuestas, justicia y reparación.
Si hoy las Farc señalan que el Estado es responsable, por acción u omisión, de numerosos crímenes de compatriotas con participación directa o indirecta de algunos miembros de sus Fuerzas Militares, queremos recordar que muchos de esos errores de agentes oficiales ya han sido reconocidos y castigados, sus autores encarcelados y las víctimas indemnizadas.
Incluso, a solicitud de instancias internacionales, el Estado colombiano ha pedido perdón públicamente y ha honrado la memoria de las víctimas con actos de reconciliación entre las instituciones responsables y las familias afectadas.
En contraste, la mayor parte de las atrocidades cometidas por los integrantes de las Farc, contra la población civil y contra los combatientes del ejército y la policía, permanecen en una impunidad absoluta, dolorosa y si se quiere afrentosa.
En la mesa los negociadores de las partes deben sortear con tacto y ecuanimidad lo que corresponde a sus discusiones y tratativas, a su modelo y estrategia de negociación. Pero en la "realidad real del país" lo que existe es un gran resentimiento de las víctimas frente a una guerrilla que ha guardado, por años, un silencio arrogante sobre el paradero de cientos de secuestrados-desaparecidos, de menores reclutados por la fuerza, de integrantes de la fuerza pública ejecutados arbitrariamente, de miles de mutilados por minas terrestres y de damnificados por las tomas a poblaciones con cilindros-bomba.
Nunca, hay que decirlo, nunca, las Farc dieron cuenta de sus actos. Siempre esa frialdad y hermetismo para ocultar sus crímenes oscuros o responder por sus actos de ruidoso terrorismo. Familias enteras llorando a sus muertos o clamando por los cautivos ante unas Farc en impiedoso mutismo.
Entonces, si bien a La Habana debe ir un grupo amplio y diverso de víctimas, si el Estado asume gallardo el esclarecimiento de crímenes agenciados por algunos de sus servidores, es inevitable exigir que las Farc enfrenten las voces de sus víctimas y que, contrario a lo que han dicho alias "Timochenko" e "Iván Márquez", acepten sus desmanes y su culpabilidad y sean capaces, más temprano que tarde, de pedir perdón por tantos daños causados.
Ayer, en un comunicado, el Gobierno y las Farc insistieron en trasladar a La Habana a las víctimas de un universo amplio de violaciones de derechos humanos e infracciones al Derecho Internacional Humanitario (DIH). Está bien, en términos metodológicos y de construcción de un contexto y una verdad amplios, plurales y diversos del conflicto.
Pero, en ese foro excepcional e histórico en que serán escuchadas por sus victimarios, es obligado que la voz soprano, la más aguda en el coro de las reclamaciones, sea la de las víctimas de las Farc. Y esto no admite un quizás...
LA DIVERSIDAD DE LAS VÍCTIMAS SERÁ CLAVE PARA EL MODELO DE JUSTICIA Y LA VERDAD
Por LEÓN VALENCIA
Director de la Fundación Paz y Reconciliación
Retomo la frase “a las víctimas las define su indefensión, no su inocencia”. Quiere decir que las víctimas son esencialmente civiles, pero pueden ser combatientes agredidos o muertos en estado de indefensión.
Es un tema complejo y polémico y exige sumo cuidado en la composición de los grupos de víctimas que vayan a Cuba, que creo deben ser representativos de todo el espectro de fenómenos y actores, porque ello apunta a dos asuntos fundamentales: el tipo de justicia que se aplicará y la búsqueda de la verdad esencial de todo cuanto ha sucedido. En el modelo de Sudáfrica la verdad tuvo gran valor político, fue esencial para terminar el conflicto.
Que haya diversidad y pluralidad es clave. En anteriores procesos las víctimas no estuvieron presentes: ni en Santafe de Ralito, con las AUC, ni en las desmovilizaciones guerrilleras de los noventa. Entonces, es una oportunidad excepcional, en el marco de la negociación con las Farc y el Eln, para terminar el conflicto en su conjunto.
Hay politización del tema: gente que ahora habla del asunto, con un discurso que nunca tuvo, para meterle palos a la rueda del proceso. Me invitaron a Cali, pero yo estuve en el conflicto. No me luce ir a hablar de las víctimas y menos en nombre de ellas. Es una desvergüenza la de alguna gente que las negó y ahora las defiende.