Hace diez años le pregunté a monseñor Alberto Giraldo Jaramillo si Medellín le parecía desigual. Él se extendió en argumentos que bordeaban el asunto, pero no quiso pincharles el orgullo a los dirigentes privados y públicos. Cumplió a cabalidad con aquella máxima de "hagámonos pasito". Al arzobispo de Medellín, entonces, lo recuerdo porque hablaba con temple sobre los temas de la paz, pero se medía a la hora de tallarles la conciencia a los poderosos locales.
El viernes me sorprendió gratamente una carta del arzobispo Ricardo Tobón Restrepo, titulada "¿Quién responde estos interrogantes?". Una epístola valerosa y clara. Sin retóricas ni adornos en la que nos interpela a todos con 15 preguntas. Incluso, al final, cuestiona a la Iglesia, a la institución que él representa. Qué alentador sentir que desde el púlpito alguien le recalca a esta ciudad, anestesiada por la vanidad de encuestas triviales, infladas por una Alcaldía aún más pueril, un montón de asuntos cruciales:
¿Por qué maquillan los medios la realidad? ¿Por qué más niños van a la guerra urbana y más niñas a camas prostituidas? ¿Por qué las cárceles son el control remoto del crimen? ¿Por qué el narcotráfico sigue mandando en esta ciudad? ¿Por qué la Policía no acaba con las plazas de vicio? ¿Por qué a pesar de tanta tecnología y modernismo no se enseña la convivencia? ¿Por qué circulan armas por montones y nadie ve nada? ¿Por qué no se aplica justicia y campea la impunidad? ¿Por que proliferan oficinas de sicarios y de cobro de deudas mafiosas? ¿Por qué a pesar de tanta riqueza y desarrollo hay tanta pobreza? ¿Por qué los más ricos son tan indolentes y no entienden que tanto egoísmo multiplica los resentimientos? ¿Por qué las iglesias llenas de fieles no estimulan la conciencia social y el cambio moral que necesitamos?
Que interrogantes ciertos, oportunos, necesarios.
Frente a tales inquietudes prolifera aquella imagen de una Medellín innovadora y apacible. Y hay quienes creen, incluso, que esto ya es Berna.
En esta ciudad hay una cantidad de "intelectuales" de rancia estirpe académica, y otros mamertos y conversos absorbidos por el poder, que despojados de cualquier espíritu crítico y con una independencia embargada por las lisonjas, se molestan si los medios registran la aterradora violencia urbana y la molesta desigualdad que aún campean en nuestros barrios y comunas.
Hay que celebrar que un hombre de fe, un portaestandarte de la institucionalidad, haya sido capaz de lanzar unas preguntas tan lacerantes en momentos en que una parte de Medellín se regodea y se baña en las mieles de una encuesta más bien chueca.
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