Cuando leo que desde el alto gobierno está manifestándose interés inusual en Medellín, que el presidente Santos volverá el martes y el director de la Policía se instalará otra vez en nuestra ciudad, transcribo la opinión repetida por un inteligente amigo quindiano: "Medellín debería ser la capital, porque es la ciudad que saca la cara por el país".
No es una propuesta nueva ni descabellada. Refleja el sentimiento de estimación hacia Medellín y su gente, que se patentiza en gran parte de las regiones colombianas. Y no sólo porque esté catalogada como la ciudad más innovadora del mundo (lo que no es gratuito), sino porque es notorio que ha dado un salto del aislamiento secular al cosmopolitismo, hasta demostrar voluntad de ponerse al ritmo de la corriente global.
Es cierto que Medellín eleva el perfil del país en el mundo. Los verdaderos ejes de la globalización no son los estados-nación sino las ciudades, porque se conectan y forman redes con velocidad y eficacia mayores. Así lo han sostenido autoridades en urbanismo como Saskia Sassen y Peter Hall.
Son ejemplos Shanghai, Johannesburgo, Nueva York, Sidney, Barcelona, Sao Paulo, Ciudad del Cabo, Los Ángeles. (Y además ninguna ostenta la capitalidad). Es decir que hay ciudades que transforman los conceptos tradicionales de la geopolítica y llegan a ser más influyentes que los países, entre otros motivos porque no patinan en el pantanero político de las viejas capitales, como Bogotá.
Algunos escépticos han objetado el título de ciudad innovadora, con base en la realidad innegable de la inseguridad. Bueno, pues ese y otros factores negativos (como el desempleo) también forman desafíos, como el de conectarse con ciudades globales que, por padecerlos, han inventado estrategias exitosas para superarlos. Medellín puede aprender de Johannesburgo, Sao Paulo, Nueva York, Nápoles y Malmo (en Suecia) para conjurar el azote de la ilegalidad y la informalidad en múltiples frentes.
Medellín es una ciudad emergente en el ámbito global, por su voluntad de proyección internacional, su interconexión con los grandes centros urbanos del exterior, sus valores e indicadores intrínsecos y su consolidación como área metropolitana compleja en proceso de crecimiento cualitativo y cuantitativo. La sola constancia de que tres de las nueve mejores universidades colombianas en el campo de la investigación y la innovación funcionen aquí (la de Antioquia, la seccional de la Nacional y la Bolivariana) es muy significativo.
Ponderar las ventajas y bellezas competitivas de Medellín es casi redundante. Está probado que el centro de las decisiones nacionales sí puede operar en nuestra ciudad durante largas temporadas. Estoy de acuerdo con mi buen amigo y tertuliano del Quindío. Medellín debería ser la capital, al menos mientras Bogotá sale del tremedal en que la han envuelto las malas administraciones.
Pico y Placa Medellín
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