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Colombia se encuentra actualmente ad portas del posible fin de uno de los conflictos bélicos internos más largos en la historia mundial. Situación que nos entusiasma y nos invita a pensar en unas condiciones de vida más amables y por consiguiente en un progreso definitivo del país.
Si bien los diálogos con las Farc en La Habana han sido al parecer muy positivos y el avance en este proceso ha sido histórico, la sociedad colombiana no solo debe tener su mirada puesta en la culminación definitiva de esta triste etapa que ha marcado de sangre la historia del país, sino que también debe empezar a pensar en un punto clave luego de un eventual pacto de paz: ¿cómo evitar repetir una historia similar a esta?
Tradicionalmente se dice que "Colombia es un país sin memoria" y efectivamente lo es. Somos una nación que no aprendemos de los errores del pasado, que no somos verdaderamente críticos con lo que sucede a nuestro alrededor, que solo dejamos que las cosas sigan sucediendo porque sí, por una simple inercia de la realidad.
Es por eso que actualmente en los grandes centros urbanos no vemos otra cosa que muertes, atracos, secuestros y demás fenómenos delictivos que son el resultado de las formas de vida que hemos elegido tomar en una nueva y decidida negación de introspección a nuestro pasado colectivo.
Soy un convencido de que el cambio del país no está solo en manos de sus dirigentes. Es una construcción que integra a los ciudadanos que nos tenemos que preocupar por educar de una nueva manera, principalmente desde el ejemplo, a las futuras generaciones que a la postre serán las encargadas de mantener la paz que soñamos lograr hoy.
En ellas es que se deben concentrar los esfuerzos de cada una de las entidades sociales, pues si bien es una frase muy trillada, es demasiado cierta: "son el futuro", el país del mañana.
Es entonces necesario recuperar e infundir valores como el respeto, la tolerancia y la igualdad que permitan una verdadera transformación de la realidad tan negra que vivimos hoy.
Si bien es válido que soñemos con la paz y nos preparemos en cierto modo para ella, también es cierto que tenemos que empezar a construir un país con memoria colectiva, que no olvide sus errores y que proyecte en sus futuros ciudadanos a los gestores de auténtica democracia.
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