- La tierra firme más cercana queda a 36 kilómetros de la isla en Bazán, Nariño
- Hoy es un excelente sitio para el turismo ecológico, en el sur del Pacífico.
- Hace más de 20 años era el infierno para los peores delincuentes del país.
Gabriel Murillo Rojas
Enviado especial, Colprensa
Isla de Gorgona
Lo que hoy es un paraíso tropical en el Pacífico colombiano, hace más de 20 años fue el infierno para los peores homicidas de Colombia. Todo aquel que llegaba a visitarla, sabía que tan pronto dejara su primera huella en la playa de la isla Gorgona, iba a ser víctima de los mayores maltratos inhumanos, destinados para recordarles que el delito paga... pero muy caro.
"Maldito este lugar... maldito sea, aquí sólo se respira la tristeza,
aquí se bebe el cáliz más amargo, que nos brinda el dolor y la pobreza..."
Este es un fragmento del poema escrito por un preso anónimo que en los muros y archivos de la cárcel, reposa para recordarle al tiempo contemporáneo, el dolor que muchos seres humanos percibieron por cada uno de sus cinco sentidos, durante su larga estadía en la cárcel de máxima seguridad de la Isla de Gorgona, construida simulando los planos de un campo de concentración de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, para generar escarmiento entre los delincuentes más peligrosos de Colombia.
El primer grupo de 24 penados que pisó la playa, tuvo sólo unos pocos segundos para poder observar la grandeza de una montaña, que, como un imponente guardia natural, les daba la "bienvenida" antes de ingresar a la oscuridad de los alojamientos, en donde los gritos de dolor, el calor húmedo de la región más lluviosa del mundo y la soledad de la oscuridad, serían sus únicos acompañantes en los largos días de castigo.
Para el presidente de momento, Alberto Lleras Camargo, el 8 de octubre de 1960, fecha de la inauguración, fue el momento en que Colombia entró a la élite de los países con las cárceles más seguras en el mundo, estando al nivel de la Isla del Diablo (Cayena) en la Guyana francesa, Alcatraz en la bahía de San Francisco en Estados Unidos y Santa Helena en Italia, entre otras. "Como consecuencia del aislamiento, las islas prisión por todo el mundo se convirtieron en infiernos, razón por la cual fueron abolidas. Pasar por la puerta invita a imaginar lo que debieron sentir quienes ingresaron a un penal ajeno al paraíso que lo rodeaba", dice hoy en la entrada principal de lo que queda del penal.
Muchos de los presos tuvieron que ser sedados durante el viaje de llegada, haciéndoles creer que era una vacuna contra el paludismo, para mermar el nerviosismo de esos minutos previos al arribo a lo desconocido.
Rodeados de selva color verde oscuro, serpientes de todos los tamaños y animales poco conocidos para los habitantes del interior; la isla cárcel fue diseñada para máximo mil 50 presos, pero en una época alcanzó a apiñar unos dos mil, divididos, como en estratos sociales, en tres patios diseñados de igual manera para los más peligrosos, los de regular comportamiento y los sometidos o "juiciosos".
En corredores construidos a tres metros de altura como pasarelas, 150 agentes de policía que llegaron a la isla, también a manera de castigo, se dividían en turnos y posiciones estratégicas, para controlar con bolillo en mano y la mirada vigilante, el movimiento más insignificante de los penados, quienes no tenían un momento de intimidad. Ni en el baño podían estar fuera de la perspectiva de los guardias, pues allí podían planear escapatorias o fraguar una venganza sangrienta contra algún preso que no se sometió al control interno.
Los fugados
Aunque todos los presos llegaron a la isla con su nombre de pila, con el pasar de los meses tuvieron que empezar a responder al número que en la cabecera del esqueleto de su catre, sin colchón ni almohadas, estaba plasmado con pintura negra, dejando en el pasado su historia, sus padres y su singularidad dentro de una sociedad a la que ofendieron con sus delitos.
Aunque se tiene registro de 25 intentos de fuga, sólo tres lograron llegar a la zona continental. Eduardo Muñetón Tamayo, guerrillero de la época denominado el "Papillón" (*) colombiano, tuvo dos intentos previos que se frustraron por sus propios intereses, temiendo a la represalias que sufriría en el momento de ser encontrado. Sin embargo, en la tercera, logró evadir todos los cercos policiales y se escondió en el interior del país durante dos años y medio, hasta que, en medio de una juerga de tragos, habló más de la cuenta y fue aprehendido y regresado a Gorgona donde sufrió los peores castigos.
El segundo fue alias "El Perro", punteador de guitarra, quien llevaba dos años de fuga cuando una noche en la que daba una serenata con sus compañeros, fue escuchado por un policía que pasó por allí en una patrulla y reconoció el típico punteo del guitarrista; regresó, lo arrestó y nuevamente ingresó a una celda de Gorgona.
Por último dos amigos hechos en la prisión y una perra adoptada de nombre Jacqueline, se fugaron en una vieja canoa de motor que consiguieron gracias al descuido de unos vendedores de frutas que llegaron desde Buenaventura, Valle del Cauca. Pero en el camino naufragaron y fueron recapturados.
Castigos
Como cárcel que se respete, se crearon novedosas tácticas de represión que denigraba a lo más bajo el carácter de ser humano. El "Botellón" fue considerado como el más cruel de los castigos: una columna hueca de 70 por 70 centímetros y 2.30 metros de altura, se "acondicionó" como sitio de reclusión para los más desajustados al sistema. Eran ingresados con un arnés y tenían que cumplir el tiempo determinado (semanas) además de comer y hacer sus necesidades en el mismo espacio; si no aguantaban eran remitidos a la enfermería y cuando se recuperaban volvían a terminar la condena.
Las salas de aislamiento eran otra forma de castigo: un cuarto de dos por un metro, ubicado uno al lado de otro, y con un sanitario al lado de la cama de concreto, se constituía en un aislamiento con visión al exterior, pero separado por una reja de color naranja.
Otros métodos conocidos fueron la "Curruca", en donde los presos permanecían acurrucados por largas horas; el "Brete", algo similar a las salas de aislamiento pero más pequeñas (80 por 80); la "vuelta al mundo", dando vueltas alrededor de su propio dedo clavado en el piso, y la otra mano tomando la oreja contraria; y el "Plantón" que consistía en permanecer erguidos durante largas horas, con la mirada en el sol.
Enfermería, el escape
En algunos casos, los penados preferían una mordida de serpiente para poder ingresar a la zona de menos beligerancia de la prisión: la enfermería, donde una convalecencia era la posibilidad de dialogar con médicos o monjas enfermeras.
Heridas por riñas, piel invadida por los hongos, venéreas, tuberculosis, genitales doloridos, piernas ulceradas y cuerpos debilitados por los cólicos de la disentería y la diarrea, eran la mejor excusa para conseguir un momento de "placer".
También las aberraciones zoofílicas (con cerdos) y el homosexualismo en más de la mitad de los habitantes de la isla, fueron otras problemáticas con las que los presos tuvieron que convivir en su estado de reo. "Estoy tan acostumbrado al desprecio que las caricias me torturan", escribió un preso en uno de los muros, describiendo la discriminación social que sufrían.
A la libertad
Comportarse bien y cumplir con las reglas internas de la prisión, podía significar ver el paraíso natural que rodeaba a la cárcel. Sin embargo este "beneficio" significaba 15 horas de trabajo continuo bajo el sol, en donde recogían cocos, talaban árboles indiscriminadamente para el fogón de leña, y cazaban cualquier especie que pudiera parecer comestible. "Aquí damos un paso a la libertad para conocer el entorno al campo cercano que quizá muchos reclusos no conocieron, sólo aquellos que demostraban buen comportamiento o sumisión, podían andar libres durante una jornada de 15 horas de trabajo", escribió un penado en medio de la selva.
La Gorgona de hoy
La cárcel fue clausurada el 25 de junio de 1984, bajo el gobierno de Belisario Betancur, cuando el último preso dejó las instalaciones del infierno carcelario, para volver a tierra firme a terminar de pagar su condena. Fueron 8.767 días o 210 mil 408 horas en las que ninguna persona, ni guardias ni reos, tuvieron momentos prolongados de paz sin tener que cuidar su espalda.
Casi un año después cayó la bandera de color negro y rojo de prisiones, y subió la verde y blanco que simboliza la ecología y la paz. A partir de ese momento la naturaleza empezó una lucha lenta por recuperar el espacio que por 24 años perdió producto de la deforestación, explotación indiscriminada de los recursos naturales y la construcción sin medida de cubículos para los penados.
Ahora, parte de la isla se convirtió en un monumento al recuerdo que puede ser apreciado por los turistas que asumen la aventura de llegar al extremo sur-occidental del país. El resto, la parte terrenal y marítima, también es empleada para la investigación de especies únicas y exóticas que, asentadas, o de paso, adornan el sonido y color de Gorgona.
Próxima a ser entregada en concesión para la explotación turística por parte de la empresa privada, su objetivo ahora, más que retener y castigar, es conservar el bosque húmedo tropical y el sistema de aguas y quebradas, así como las especies y subespecies endémicas y amenazadas.
En la parte marítima, los turistas pueden bucear apreciando la formación coralina más grande hasta ahora conocida en el país y los litorales rocosos como ecosistemas estratégicos de alta productividad y riqueza biológica.
Declarada como Área Protegida, en su mayoría sus zonas marítimas, los cerca de ocho miembros de Parques Nacionales Naturales trabajan, entre otros oficios, para la protección de poblaciones migratorias como las ballenas jorobadas, tortugas y aves que utilizan la isla como sitio de reproducción, crianza y alimentación.
Un turista podrá llegar a la isla en paquetes que costarán 800 mil pesos. A su llegada encontrará vestigios arqueológicos, valores históricos de importante remembranza y una muestra paisajística, que desde el arribo en lancha o helicóptero, puede ser apreciada.
Riesgos y problemáticas
Pese a las incomodidades y elevados costos para el acceso a Gorgona, este escenario natural tiene una alta tendencia a ser el destino turístico de miles de personas que buscan aventuras naturales, en donde el alcohol (está prohibido, al igual que las otras drogas)y la vida libidinosa, no está como premisa de sus planes. Por ahora, su capacidad instalada es de 350 personas, con los servicios básicos garantizados (agua potable y energía). Las habitaciones ofrecidas tienen las mismas comodidades de un hotel de tres a cuatro estrellas en el país.
Sin embargo, la isla está ubicada en una zona de alto riesgo sísmico, efectos del fenómeno de "El Niño" y procesos de erosión y sedimentación. Pese a contar con una estación de policía donde habitan menos de 10 agentes, enfrenta problemas con la pesca indiscriminada que sin control, afectan la estabilidad del ecosistema marítimo.
Otra Isla del Diablo
La cárcel de máxima seguridad en la isla de Gorgona fue creada en medio del inicio de la guerra antisubersiva y el aumento vertiginoso e incontenible de toda clase de delitos en tierra firme.
El centro penitenciario se convirtió en una solución a la problemática social producto de ese problema. Sin la existencia de la pena de muerte, se estableció como el método más eficaz para atemorizar a los delincuentes. Por eso se creó una cárcel similar a la Isla del Diablo en la Guyana francesa, donde se buscó sepultar en vida a miles de hombres condenados al abandono y el desprecio.