Las repetidas grescas que protagonizan los hinchas del fútbol en Medellín, y en otras ciudades del país, ya nos tienen en el límite del malestar, el desencanto y la preocupación. Pedreas, peleas y linchamientos, si pierden. Pero igual, las mismas barbaridades, si ganan. Asesinatos, puñaladas, destrucción de bienes, pánico. ¡Señores, ya está bueno! Están acabando con el fútbol, en especial con la posibilidad de que asistamos en paz a los estadios.
Son un reguero de adolescentes energúmenos que embisten en masa. Intimidan, pegan, corretean, maltratan. Guardan una ira que delata lo mucho de la sociedad golpeada que somos, de la comunidad huérfana de educación que tenemos. Son muchachos en un nivel de violencia que ya desborda cualquier código que podamos comprender o justificar.
No son un fenómeno exclusivamente colombiano. Ayer, tras el partido del Nápoles y el Liverpool por la Liga de Europa hubo agresiones y heridos.
El jefe de policía de Nápoles, Filippo Bonfiglio, dijo estar preocupado por la llegada de los aficionados ingleses (habitualmente violentos), y la alcaldesa Rosa Russo Iervolino recordó a sus conciudadanos que el juego era una buena oportunidad "para ejercer la hospitalidad napolitana", y, según lo registró el diario El País , los exhortó: "No demos el espectáculo. Para animar al equipo no hace falta herir a nadie".
Pero algunos no la escucharon. Resultado: cinco británicos heridos a cuchillo. A la alcaldesa no le quedó más que aceptar su "enorme dolor" por los incidentes.
Ocurre igual, por lo menos en Medellín, donde las autoridades se muestran comprensivas, apoyan los programas deportivos, culturales y sociales de las barras, pero, al final, los ataques se repiten cada vez con más desenfreno y amenaza para otros hinchas y bienes públicos y privados.
Ir a los clásicos entre Nacional y Medellín más se parece a comprar boleto para el infierno que para un buen partido de fútbol. Qué jartera con tanto desadaptado.
Ayer el comandante de la Policía Metropolitana, coronel Luis Eduardo Martínez, sugirió a las directivas del fútbol colombiano que sancionen el Estadio Atanasio Girardot y que los equipos locales tengan que ir a jugar a otra ciudad. Y, agregaría yo, que jueguen a puerta cerrada. Es que ya llevamos ocho años de violencia dentro y fuera de los estadios. Ya se pasaron. Que paguen.
El concejal Bernardo Guerra le solicitó al Alcalde que haya compromisos concretos de no violencia por parte de los hinchas y barristas. ¡Respaldo unánime a ese pedido! Estos señores echan mucha carreta, roban pantalla y micrófonos diciendo que son unos angelitos, que los malinterpretan, que son unos incomprendidos...
Bahhh, que se dejen de engañarnos o que se atengan a la ley y sus consecuencias.
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