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ENCANTAR EL AGUA

  • ENCANTAR EL AGUA |
    ENCANTAR EL AGUA |
21 de marzo de 2012
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Querer el agua, pero no solo por lo que nos sirve el agua. Cuidar el agua, pero no únicamente porque planeta y cuerpo sean agua en tres cuartas partes. Salvar el agua, no porque sin ella perezcamos. Los motivos utilitarios para atender el agua son subalternos, como todo lo que signifique función y utilidad.

Si se quiere hacer conciencia sobre la importancia del agua, ¿qué tal imaginar la sensualidad de la piel sumergida en pozo termal? ¿Qué tal proyectar el alivio de copioso chorro bajo el que desaparezcan sudor y polvo de una travesía? ¿O quizá elogiar el placer de sorbos helados bajando por la garganta tras jornada extenuante?

Es que el agua, igual que los demás elementos fundamentales de la naturaleza, son ante todo propuestas de bienestar, agujas de placer. Y la humanidad está cansada de que leyes y morales la induzcan a comportamientos a fuerza de culpa, miedo, castigo. Religiones y prédicas desgastaron palabras anatema como pecado, infierno, penitencia, mandamiento.

La ciencia también ha incurrido en catastrofismo. Sus comprobaciones y cifras se esgrimen como espantajos de apocalipsis.

Calentamiento global, sequía, inundación, deshielo polar, contaminación, han reemplazado al diablo como endriagos para aconductar a la gente hacia el ahorro y purificación del agua.

Los moralistas de todos los colores insisten en asustar, con fotos de tierra cuarteada, cadáveres de vacas secas, tsunamis hambrientos, peces amontonados en muertes plateras. ¡Se acaba el agua! ¡Nos envenena el agua! ¡El agua se desborda y mata! Estos son los leviatanes modernos. Los efectos de estas campañas son lánguidos. Es que el temor es motor cansado de la actividad humana. En cambio el placer, tan cacareado por medios masivos, es hoy supremo argumento vital. Las recientes generaciones se desviven por la imagen para que las quieran, se apasionan por las drogas para doparse de paraíso, se matan por dinero creyendo que este es fuente única de dicha.

Para mañana 22, día del agua, por fin hay un grupo que propone, no lamentar el agua, sino cantarle al agua. Citan a sus huestes en humedales, ríos, lagunas, quebradas, para entonar un ¡Ah, ah, ah! que encante el agua.

Los juglares de Aterciopelados son líderes; inspirador, Masaru Emoto , controvertido microfotógrafo japonés que dice engalanar el agua gracias a pensamientos y música.

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