A algunos el tema les resulta incómodo. A otros les parece que estamos "descubriendo el agua tibia". Lo cierto es que la realidad nos muestra y demuestra que entre las modalidades de prostitución modernas, en Colombia aquella etiqueta de las prepago ya se ha vuelto un estilo de vida.
Y es ahí donde están la diferencia y el problema social: no se trata de mujeres cándidas y pobres degradadas a la condición de meretrices por la necesidad de sostener a alguna familia estrato cero. Putas y prostíbulos siempre ha habido, dirán los más cáusticos.
Pero ese ya no es el cuadro: durante los últimos 20 años, de la mano del narcotráfico y de una sociedad arribista -muy aspiracional, según los mercaderistas- a mujeres de todos los estratos las convenció la idea de venderse por unos buenos fajos de billetes, para alcanzar la fórmula del éxito: apartamento o casa modernos y bien dotados, "carro modeludo", ropa de última colección, joyas, viajes e incluso hasta pagarse la universidad y las cirugías estéticas por cuenta de feriar sus carnes.
A mí no me escandaliza. Me preocupa. Como debe preocupar a cientos de padres a los que les está quedando cada vez más grande y difícil inculcarles valores menos monetizados a sus hijas, en una sociedad en la que sobreabundan los modelos del enriquecimiento a cualquier precio, con frecuencia ilícitos.
Recuerdo el alboroto que se armó hace algo más de siete años porque en el ambiente del modelaje en Medellín, y sus estereotipos, se desató una epidemia de anorexia y bulimia. Que las muchachitas, tan bellas, no comían. Que terminaban convertidas en el típico "gancho de ropa" y hasta se morían.
Me resulta curioso que ahora, con ejemplos de modelos asesinadas o capturadas al lado de reconocidos capos del narcotráfico y de la delincuencia organizada, nadie diga nada porque las niñas están fascinadas comiendo tanto... billete.
Basta entrar a Google y poner palabras clave: Mujeres Medellín, Damas de compañía Medellín, Prepagos. Aparece la larga lista de las Jésika, Valentina, Melisa, Sara, etc. Todas dispuestas a ser perturbadoras conejitas. Ahhh bueno para los que vienen de afuera, ahhh lamentable para nosotros ver esta sociedad de mujeres mercantilizadas, con taxímetro. Igual pasa en Cali, Bogotá, Cartagena, Barranquilla.
Sería bueno que las autoridades inicien alguna campaña que les diga a nuestras jóvenes: "No te vendas, no te dejes comprar por unos billetes, hay otros caminos al éxito y la felicidad".
Hay demasiadas preguntas en este fenómeno creciente que nos confronta como sociedad: al sistema educativo, a las familias, a las instituciones, a este país "prepaguiado".
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