La subversión se ríe del país, y hay que decirlo, con frecuencia. A veces lo ha hecho cuando sus pronunciamientos no corresponden a la realidad: por ejemplo, la guerrilla dijo en Oslo, en octubre pasado, que era víctima y no victimaria. Su vocero Jesús Santrich fue capaz de exonerar a las Farc, con toda paciencia oratoria, de tener algo que ver con desplazados, niños reclutados, secuestros, narcotráfico y terrorismo.
Anteayer volvimos a ser testigos (de excepción) de semejantes despropósitos: las Farc regañando a la prensa, a través de las palabras de la exsenadora Piedad Córdoba, por haber perseguido los vehículos de la Cruz Roja Internacional y supuestamente entorpecer la entrega de dos policías secuestrados en el Valle del Cauca, un mes atrás.
No negamos que el frenesí noticioso -ese condenable afán por la chiva- de los reporteros alteró el ambiente y pudo haber "ariscado" a los subversivos, que finalmente decidieron no entregar a los uniformados, pero queremos decir que la prensa no constituía un factor militar determinante para aplazar la liberación de los dos secuestrados.
Obliga la sensatez a observar que el papel de los medios informativos y de los periodistas en Colombia ha sido con frecuencia errático. No queremos ni siquiera recordar la entrega de los secuestrados de la iglesia La María, de Cali, y rememorar la infortunada e improvisada tarea de los comunicadores entrevistando secuestrados y guerrilleros, en vivo, en un espectáculo que finalmente resultó tan bochornoso y de tal pobreza periodística que nada le aportó a la audiencia.
Es necesario, necesarísimo, ahondar en la frecuente utilización propagandística que hace la guerrilla de la prensa nacional e internacional -nada distinto a lo que juegan sus pares en otros conflictos del mundo-, con el ánimo de visibilizarse "positivamente" en el contexto de la actual negociación con el Gobierno Nacional en La Habana, Cuba.
En lengua vernácula, en una suerte de prosa regional, les pediríamos a las Farc que dejen de "darse vitrina" y que en vez de una liberación sobrepublicitada -para entregar dos secuestrados, lo cual no es un "gran gesto" humanitario- se dediquen a aterrizar con premura y pragmatismo los asuntos de la agenda pactada, en vez de agotar la atención y la paciencia nacional en actos que les son de obligada conciencia.
Anteayer, en Cauca, la guerrilla dejó esperando a los delegados de la Cruz Roja Internacional. Apenas mandó un mensaje que criticaba la masiva presencia de reporteros de la prensa mundial. ¿Puede haber un argumento más baladí? Será que los periodistas ponían en peligro a los subversivos, será que ante la decisión del Gobierno Nacional de cesar operaciones militares en la zona, ¿había algún riesgo de última hora? Mal chiste.
Por fortuna, ayer las Farc liberaron a los uniformados, en un acto de reciprocidad frente a los reiterados reclamos de la opinión pública de no seguir secuestrando.
Es que las Farc no parecen entender lo condenable que resulta privar de la libertad a civiles inermes o a policías y soldados reducidos por fuerza de las batallas del conflicto armado, o hacerlo -peor aún- por razones económicas o políticas.
Ojalá la mesa de conversaciones en Cuba se alimente por la vía de estos ejemplos sobre lo innecesario que resulta tener preso a un país -y a sus víctimas- de actos solo esperables: devolver a seres humanos al seno de sus hogares y de sus vidas cotidianas.
Que no se crean las Farc que celebramos gestos tan obvios y obligados. ¡Ni más faltaba….
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6