Hace nueve años las masacres empujaron a numerosos habitantes de Putumayo, Cauca, Nariño y Huila, hasta la otra orilla del río San Miguel, sobre suelo ecuatoriano.
Desde entonces, la migración como consecuencia del conflicto armado ha expulsado a 130.000 personas hacia las tierras vecinas.
Según la Oficina de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), no todos los que llegan a Ecuador como desplazados por la violencia son víctimas reales, no a todos los que piden el estatus de refugiado se les concede y no todas las víctimas solicitan ese estatus. Desde el año 2000, de los 130.000 colombianos que han cruzado el río San Miguel, 56.384 personas se han acercado a Acnur para solicitar la acreditación como refugiados y sólo 20.956 la han obtenido.
En 2008, por ejemplo, 10.703 presuntos desplazados realizaron este trámite y se les reconoció a 4.623, la cifra más alta que se haya presentado durante los nueve años que ha estado Acnur en Ecuador.
Jorge Arciniegas, cónsul de Colombia en Lago Agrio, Ecuador, dijo que de 100 colombianos que llegan diariamente a su oficina a pedir generalmente dinero, 80 tienen el estatus de refugiados, algunos sin serlo.
"Muchos colombianos se quedan sin trabajo y deciden venir a Ecuador a ganar dólares. Tenemos un problema con menores de edad, que vienen de Colombia a prostituirse y la manera más rápida para tener papeles es diciendo que son desplazados", dice el cónsul.
En la frontera con Ecuador es imposible saber quién es desplazado, delincuente, guerrillero, narco o refugiado. El número de colombianos en esta zona asciende a 30.000. Allí se concentran los esfuerzos de misiones como las de CISP o COOPI, agencias internacionales humanitarias que ayudan a los desplazados a elaborar proyectos productivos.
El Comité Internacional de la Cruz Roja intenta contener, desde el lado colombiano, las consecuencias de la violencia con proyectos como huertas campesinas.
La delegación asentada en Puerto Asís atiende todos los municipios de Putumayo y algunos de Cauca, Amazonas y Nariño. En este momento, las actividades están focalizadas en Teteyé, una comunidad fronteriza de que prácticamente están muriendo de hambre en medio del fuego.
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