No tiene nada claro Amalia del Pilar, dirigente de Nuquí, sobre qué es el mercado del carbono.
La venta de oxígeno, dice, no es benéfica. Esta abogada, integrante del nuevo Consejo Comunitario de Nuquí, cree que es mejor la tala selectiva de la selva, pero de manera que se siembren más especies de las que se retiran.
El oxígeno no se vende, explica Christian Dannecker, director forestal de la firma South Pole, que trabaja con el mercado del carbono.
Lo que se hace es secuestrar, retener el carbono, el CO2.
Ricardo Sanabria, profesor de la Universidad Tecnológica del Chocó e investigador, considera que falta reglamentar esos mercados para usarlos.
"El mundo está demandando servicios ambientales como los que tiene Chocó, y eso podría generar compensaciones. Pero se requiere una estrategia nacional".
Eso es verdad. El Ministerio del Medio Ambiente detuvo la tala selectiva que una empresa canadiense, en convenio con el Consejo Comunitario Los Delfines, adelantaba en Bahía Solano, pero no ha tomado una decisión definitiva, que podría marcar el camino a futuro.
A raíz de esa presión sobre la selva, se han unido dirigentes y empresas que estudian brindarles a las comunidades, la posibilidad de acceder al mercado de carbono y beneficiarse de él y de los servicios que se obtienen de una selva bien conservada.
Franco Piza, gerente Ambiental de Bancolombia, confirmó a EL COLOMBIANO que se avanza en ese proceso y hay un módulo base.
"Nos asiste una responsabilidad social frente a algunos aspectos de ciertas áreas sensibles donde se hacen intervenciones que van a terminar afectando servicios ambientales", dice, como se ha visto en Bahía Solano.
La Corporación Autónoma Regional del Chocó (Codechocó) confirmó que en 2010 se movilizaron 405.377 metros cúbicos de madera de 61 especies forestales como cativo, abarco, choibá y sande.
Al menos, de acuerdo con José M. Perea, de la oficina de Comunicaciones, 40 por ciento de la madera que se comercializa es ilegal.
Se pretende buscar una mezcla de los recursos disponibles en el mercado del carbono con programas de fondos ya establecidos como el Fondo por la Naturaleza y Biocomercio para desarrollar proyectos productivos alrededor del bosque, aprovechando la materia orgánica.
Esto se haría bajo la aprobación de las comunidades, beneficiarias directas y que son las que saben qué necesitan. Así se podrían blindar esas áreas de componente ambiental significativo. A la vez, proporcionar recursos que permitan progresar a ciudadanos habitualmente por fuera de los procesos de desarrollo socioeconómico, como recuerda el profesor Sanabria.
Colaboración y organización es lo que se necesita. Chocó no cuenta con la capacidad de registrar un proyecto en el mercado del carbono, agrega el profesor de la UTCH.
El proceso de registro ante el mercado voluntario de carbono supera los 600 millones de pesos, según Dannecker.
Piza explica que se pretende articular las empresas privadas interesadas en acompañar este proceso y generar capacidad en las comunidades para desarrollar proyectos productivos.
"Esa región es un tesoro para la humanidad. Lo importante es que las comunidades se sientan protegidas y a la vez protectoras de esos recursos".
Una iniciativa de este orden es rentable para los habitantes de la región cuando se considera el precio que reciben por cada metro cúbico de madera vendido a una empresa externa.
Sanabria reveló que cerca a Quibdó un polín se vende a 8.000 pesos, mientras en Medellín lo revende el comprador a 120.000 y luego llega el mueble a Quibdó por valor de 1.200.000 pesos.
Las posibilidades de Chocó para capturar carbono en vez de talar la selva son reales, pero el proceso apenas comienza y requerirá voluntad, organización, mucha cooperación y su dosis de paciencia.
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