Con diez años de secuestro algunos miembros de la Fuerza Pública volvieron a sentir la alegría de compartir con sus seres queridos y respirar el aire de la libertad. Estos son sus perfiles:
Sargento Armando Flórez Pantoja
Faltaban pocos días para que el sargento del Ejército Amaón Flórez Pantoja cumpliera su décimo aniversario en poder de las Farc y hoy, a sus 36 años de edad, este militar vuelve a la libertad. Flórez, oriundo de Puerto Asís, Putumayo, ingresó a las filas militares para sostener a su familia, compuesta por su mamá y cuatro hermanos, su padre ya falleció.
Entre lágrimas María Fernanda, la menor de los cinco hermanos, fue la encargada de atender las llamadas de los periodistas, mientras su mamá, quien viajó de vacaciones al Huila retornaba a su casa para coordinar el recibimiento de su hijo, a quien no ve desde ese triste 3 de agosto de 1998, cuando un grupo de guerrilleros se tomó la base militar de Miraflores, Guaviare.
"No tiene esposa, no tenía hijos, y no nos había presentado novia alguna", afirma María Fernanda, quien entre sollozos describe a su hermano como una persona "supergenerosa", quien tras terminar su bachillerato se enroló en el Ejército.
Cabo Julio César Buitrago
El 3 de agosto de 1998, el cabo del Ejército Julio César Buitrago vio cómo él y un puñado de compañeros suyos eran raptados por un grupo de guerrilleros de las Farc. Desde ese día de él se hablaría como uno de los uniformados secuestrados durante la toma a Miraflores.
Hoy, este bogotano de 37 años de edad, y a pocos días de cumplir una década en poder de la guerrilla vio de nuevo la libertad.
Estella, la hermana menor del cabo Buitrago, espera ansiosa poder ver el reencuentro de Julio César -como le gusta que le digan-, con su madre y su padre, a quienes el cabo describe como los viejos.
Al referirse al porqué ingresó su hermano a la Policía, Estella, con una sonrisa en su rostro, dice: "fue por culpa de mi papá", pero resalta que fue en esa institución donde inició sus estudios de Administración de Empresas, los mismos que se vieron interrumpidos por el accionar guerrillero.
Sargento José Ricardo Marulanda
"Si Dios nos da la oportunidad nos estaremos reencontrando", esa fue la frase que desde octubre pasado acompañó a Erika Manrique, esposa del Sargento José Ricardo Marulanda y que despertó en ella y en la familia del sargento, la esperanza por su pronto regreso.
Para Erika, el retorno de su esposo es un sueño hecho realidad y desde ya le tiene asignada una nueva misión: seguir educando a su hijo que lo ha esperado durante una década.
"Desde su secuestro en el Billar, Caquetá, el 3 de marzo de 1998, la familia siempre se mantuvo unida. El amor y la esperanza que nos mostraban las fotos, los videos y los reportajes que recibimos como pruebas de fe nos permitieron no desistir", dijo Erika Manrique.
Teniente Juan Carlos Bermeo
A los 24 años de edad, el teniente del Ejército Juan Carlos Bermeo conoció el precio de la guerra en Colombia y se convirtió en uno más de los secuestrados por la guerrilla de las Farc.
Fue en la toma a la base militar en Miraflores en el departamento del Guaviare, donde el teniente Bermeo perdió su libertad, el 3 de agosto de 1998.
La última prueba de vida que se conoció de él fue una carta escrita desde su cautiverio, que entregó al momento de su liberación al ex congresista Luis Eladio Pérez, momentos antes de que este regresara a la libertad.
Capitán Erasmo Romero
Hoy, los dos hijos del Capitán Erasmo Romero, rescatado por el Ejército Nacional, pudieron abrazar al hombre que desde hace diez años sólo han podido ver en algunas fotografías.
Los dos pequeños, de 12 y 10 años de edad, no podían creer que fuera cierta la noticia del rescate de su padre; después de tantos años de espera por fin las oraciones y las súplicas estaban surtiendo efecto.
El 3 de Agosto de 1998, cuando fue plagiado en la Base Militar de Miraflores, su hija mayor tenía 2 años de edad y su esposa se encontraba esperando su segundo bebé, a quien por efectos de la guerra no alcanzó a conocer.
Romero es conocido como un hombre que nunca perdió la fe y la ilusión de reencontrarse con su familia y sus dos "angelitos", como llamó en varias pruebas de vida a sus hijos, están hoy junto a él.
Teniente Raimundo Malagón
Desde el momento del secuestro, la familia del teniente Raimundo Malagón, plagiado el 4 de agosto de 1998 en el asalto al municipio de La Uribe (Meta), sabía que no debía perder la esperanza.
"No importa que sea hoy o mañana, sino que las cosas van por el camino correcto. No podemos olvidar su seguridad", repetía desde el momento del plagio, Ismael Malagón hermano del uniformado.
Raimundo siempre fue recordado como un hombre alegre y luchador, características que según su hermano "le permitirían resistir al flagelo del secuestro".
Aunque no fue uno de los secuestrados más nombrados en las listas de canjeables, su nombre cobró fuerza cuando a principios de este año, sus hermanos acudieron ante el canciller venezolano, Nicolás Maduro, para que le pudieran hacer entrega de una carta con mensajes alentadores, que le permitieran "resistir un poco más".
Cabo primero William Pérez Medina
La imagen de tristeza de su última prueba de supervivencia, revelada, el 11 de noviembre pasado, dejó intranquilos a los familiares del cabo primero, William Pérez Medina. En el video, el cabo solamente se paró frente a la cámara y no pronunció ni una sola palabra.
Ésta, que parecía una especie de protesta, inquietó a su familia, pues en las otras pruebas de fe desde su plagio en El Billar, Caquetá, nunca lo habían visto tan triste.
Pero quizás, a parte de su familia la persona que más esperaba su regresó era Emperatriz de Guevara, madre del mayor Julián Ernesto Guevara, secuestrado que murió en cautiverio. El Cabo Pérez Medina, enfermero de profesión, fue el encargado durante varias noches de cuidar y reanimar al mayor Guevara, cuando empezó a sufrir de unos ataques por una enfermedad que finalmente lo mato.
Subintendente Armando Castellanos
El día del secuestro del subintendente Armando Castellanos, su esposa vio cómo se lo llevaban los guerrilleros. Ese inolvidable 16 de noviembre de 1999, en La Arada (Tolima).
El subintendente Castellanos es padre de una niña de 7 años, a quien conoce a través de fotos y con quien ha podido intercambiar algunas cartas y fue por una prueba de supervivencia que él dijo qué nombre quería que llevara la niña.
En una de sus pruebas de supervivencia en 2004, afirmó que era tan fuerte como un roble, y le pidió a su familia que no se preocuparan por él.
Cabo John Jairo Durán
Andrés Felipe, hijo del cabo de la Policía Jhon Jairo Durán, ha sido uno de las principales víctimas del secuestro de su padre. La tristeza ha invadido su corazón durante los últimos 10 años desde la toma militar a la base de Miraflores, en el departamento de Guaviare, hecho que se llevó su infancia.
Al momento del secuestro, Jhon Jairo Duran tenía tan sólo 23 años y esperaba con mucha expectativa el nacimiento de su primer hijo, al que ha visto crecer a través de fotos.
En una de las más recientes pruebas de supervivencia, Miryam Turriago, suegra del cabo primero de la Policía, sintió una inmensa alegría al ver a su yerno vivo y más gordo, aunque con algunas señales propias del secuestro.
Ahora, su hijo, su esposa y sus familiares, no pueden creer que tengan de regreso al hombre que a pesar de su corta edad fue su bastón y sustento.
Teniente Javier Rodríguez Porras
No fue suficiente con tener que afrontar la experiencia del secuestro, a sus 22 años, el Subintendente de la Policía Javier Rodríguez Porras, plagiado por las Farc en Mitú en 1998, vivió en cautiverio la muerte de varios de sus parientes.
Pocos meses después de ser privado de la libertad, su hermano fue asesinado, un hecho del que se enteró a través de las cartas de sus familiares. Luego, se enteró de la pérdida de su abuela Alicia.
El sueño de su vida era tener una brillante carrera en la Policía. De no ser por el secuestro, hoy sería capitán.
El hombre fuerte, de carácter serio y sereno, este año cumplirá al lado de los suyos 32 años de vida.
Cabo primero José Miguel Arteaga
Hace diez años el cabo primero José Miguel Arteaga vivía feliz con su familia y su novia. Sin embargo, el secuestro del que fue víctima durante la toma al Billar (Caquetá), no sólo se llevó su libertad sino al que consideraba el amor de su vida.
A través de sus pruebas de supervivencia, le aseguró a su familia que no desfallecería y que mantuvieran la esperanza, a pesar del triste relato que describía su cautiverio.
El cabo Arteaga fue el primero en hablar sobre la posible demencia de varios de los uniformados secuestrados, como secuela de los tratos a los que eran sometidos por la guerrilla.
Durante los 10 años que permaneció secuestrado, su familia, en particular su hermana Yaneth González y su sobrina favorita Paola González lideraron manifestaciones buscando la liberación de todos los secuestrados.