BluffPor
Orlando Mora
Colaboración especial
El año pasado se estrenaron en el país un total de ocho películas colombianas, un número más que aceptable y que se va acercando al límite de lo que razonablemente debe producir y exhibir el cine nacional, dado el tamaño de su mercado interno.
El relativo renacer de nuestra cinematografía en los dos últimos años es una consecuencia de la aplicación de la ley 814 del 2003, una norma inteligente en su concepción y útil en los estímulos que establece para el cine colombiano.
Mientras esa ley subsista y se mantengan los acertados criterios de aplicación del Consejo Nacional de las Artes y la Cultura en Cinematografía, el buen momento por el que se atraviesa no tendría por qué cesar.
Hace algunos días se exhibió la coproducción La boda del gringo, cuyos solos cortos daban para escapar de la sala, y ahora se estrena la segunda película nacional de 2007, la opera prima del joven director bogotano Felipe Martínez Bluff.
El filme llega precedido de la buena acogida que se le brindó en el Festival Internacional de Cine de Miami en el que obtuvo el Premio del Público como mejor película, y de su inclusión en la muestra de cine colombiano que ha organizado el festival de Cannes en la sección Cines del Mundo para el próximo mes de mayo.
Si hubiera alguna lógica en la respuesta de los espectadores en la taquilla, seguramente esta opera prima de Martínez tendría que convertirse en un éxito notable y llegar por lo menos a las cifras de asistencia conseguidas por filmes como Karmma o El colombian dream, que estuvieron en el grupo de las más vistas el año anterior.
Lo primero que atrae en la película es la forma como su director y guionista ha sabido estructurar la trama, incorporando la historia de un desabrochado fotógrafo que intenta una venganza en contra de su antiguo jefe, el hombre que lo dejó sin trabajo y sin el amor de su joven y hermosa novia.
Felipe Martínez sabe combinar el suspenso y la comedia, integrados en dosis adecuadas y con la inventiva suficiente para preservar el interés y la atención del público. El azar impone a ratos su presencia poderosa y la acción desborda poco a poco la misma voluntad de los protagonistas.
Más valiosa que la anécdota misma, que reducida a palabras pudiera sonar banal, lo más llamativo de Bluff es la presentación de una serie de personajes inspirados en nuestra particular fauna nacional. Si bien Nicolás el protagonista es un argentino, algo que funciona a la perfección para su cierta chifladura, en los demás seres de la ficción es posible el reconocimiento inmediato como algo absolutamente nuestro.
Hay en especial un personaje secundario totalmente impagable y que no suele encontrarse en el a veces esquematizado cine colombiano.
Se trata del policía Pérez, el auxiliar de su jefe enamorado y corrupto, siempre en un segundo plano y que salta como el gran resorte para propiciar la solución del conflicto.
El tono que comedia que se asoma en los caminos del thriller y el dibujo un poco grueso de los protagonistas aproxima esta obra a La gente de la Universal, la película de Felipe Aljure que en el año de 1994 se convirtiera en un afortunado retrato de lo más viscoso y gris de la realidad colombiana.
Las intenciones declaradas de Felipe Martínez de "hacer una película comercial, que fuera divertida y tuviera una temática global" se lograron y de alguna manera se superaron.
Bluff es graciosa, debe ser comercial, pero además habla de cosas muy cercanas y es consistente en la presentación de la forma como en el país suceden muchas cosas y todas terminan en casi nada, en un simple bluff.
La película es otra prueba de que el cine colombiano posee una suficiencia técnica y estilística indiscutible y no requiere ya de miradas compasivas o tolerantes. La soltura y la eficacia profesional del trabajo de Martínez son notables para un debutante y prolongan el muy grato sabor que nos habían dejado algunas de las obras estrenadas en los dos últimos años.
El reparto de Bluff funciona con propiedad, encabezado por el argentino responsable también de la música Federico Lorusso, acompañado por actores de tradición en el país como Luis Eduardo Arango y especialmente Víctor Mallarino, quien logra acá su mejor papel en cine hasta la fecha.
Se proyecta en El Tesoro, Junín, Mayorca, Molinos, Carrefour, Oviedo, Puerta, Unicentro y Vizcaya
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6