La muerte de Augusto Ramírez Ocampo nos toma por sorpresa y causa profunda tristeza. No esperábamos tan pronta partida en momentos en que el excanciller, fiel a su trayectoria, desarrollaba una intensa agenda de actividades, llena de compromisos con los temas que siempre ocuparon su atención: la paz, la actualidad internacional, la educación, y ahora, la conmemoración de los 20 años de la Constitución de 1991.
Fue Ramírez Ocampo un conservador de mentalidad abierta al mundo, conectado de forma permanente con las corrientes más comprometidas con el fortalecimiento de la democracia y el Estado de Derecho. Hijo del dirigente conservador antioqueño Augusto Ramírez Moreno, famoso tribuno y parlamentario, hizo parte de una tradición familiar que ha ocupado diversas e importantes responsabilidades públicas en altos cargos del Estado.
Fue Alcalde Mayor de Bogotá, donde estuvo poco menos de dos años, y de allí pasó a ser Ministro de Relaciones Exteriores, por nombramiento del Presidente Belisario Betancur, a cuyo círculo de confianza había pertenecido por muchos años. Desde la Cancillería, el ministro Ramírez Ocampo ejecutó con lujo de competencias las directrices trazadas por el presidente Betancur, logrando en esa época sacar a Colombia de cierta irrelevancia internacional, y colocándola como protagonista de primer orden en los procesos de paz centroamericanos.
Particularmente, la actividad del Canciller colombiano en el Grupo de Contadora constituye una brillante página de la diplomacia nacional. En representación de este Grupo, Ramírez Ocampo recibió, en 1984, el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Iberoamericana.
Como excanciller de la República, tenía asiento por derecho propio en la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, y desde allí, los distintos presidentes de Colombia recibieron sus opiniones, siempre llenas de razones y argumentos, en momentos de dificultad o tensiones con países vecinos. Los periodistas siempre contamos con sus sabias apreciaciones sobre el papel de nuestro país en el ámbito mundial.
Pero Ramírez Ocampo será recordado, también, por su papel en la Asamblea Nacional Constituyente, y ante todo, como un luchador por la paz y facilitador de espacios de diálogo y entendimiento. No era un contemporizador que abogara por cesiones gratuitas a quienes desafían al Estado sin razones legítimas. Era un vigoroso defensor de las instituciones, del diálogo constructivo para el fortalecimiento democrático y la concordia, y un interlocutor siempre abierto a las razones de quien pensara diferente.
Mucha falta hará este lúcido consejero a su Partido Conservador y al país. Paz en su tumba.
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