Alberto Lleras y los militaresPor
Alejo Vargas Velásquez
A propósito de los cien años del nacimiento del ex presidente Alberto Lleras Camargo, es importante reivindicar un aporte fundamental suyo sobre las relaciones civiles-militares.
En el contexto de la transición del régimen militar -que venía desde 1953 con los gobiernos del General Rojas Pinilla y de la Junta Militar-, al régimen de democracia restringida del Frente Nacional y después del último intento de golpe militar el 2 de mayo de 1958, liderado por el Batallón de Policía Militar de la guarnición de Bogotá, el electo presidente Alberto Lleras pronuncia el discurso del Teatro Patria, el 9 de mayo de 1958 en el cual fija los parámetros de la conocida 'doctrina Lleras', cuyas ideas centrales podemos resumir así: "La política es el arte de la controversia, por excelencia. La milicia el de la disciplina. Cuando las Fuerzas Armadas entran a la política lo primero que se quebranta es su unidad, porque se abre la controversia en sus filas. El mantenerlas apartadas de la deliberación pública no es un capricho de la Constitución, sino una necesidad de sus funciones... Por eso las Fuerzas Armadas no deben deliberar, no deben ser deliberantes en política. Porque han sido creadas por toda la Nación, porque la Nación entera, sin excepciones de grupo, ni de partido, ni de color, ni de creencias religiosas, sino el pueblo como masa global, les ha dado las armas, les ha dado el poder físico con el encargo de defender sus intereses comunes... Yo no quiero que las Fuerzas Armadas decidan cómo se debe gobernar a la Nación, en vez de que lo decida el pueblo; pero no quiero, en manera alguna, que los políticos decidan cómo se deben manejar las Fuerzas Armadas en su función, su disciplina, en sus reglamentos, en su personal...".
Es decir, simultáneo con el inicio del Frente Nacional quedó definido un modelo de relaciones entre el gobernante civil y las Fuerzas Militares basado en que los militares no se mezclarían en los asuntos de los partidos políticos y del gobierno y los civiles no lo harían en los asuntos de 'orden público', es decir en seguridad y defensa. Aquí se diseñó un estilo de relaciones civiles-militares, que fue útil en su momento, con las siguientes dos características: una, la clara subordinación de las Fuerzas Armadas al poder civil democráticamente electo, acompañado de la necesaria profesionalización de la institución militar que en el caso colombiano venía avanzando desde comienzos del siglo XX, y dos, la despartidización de la institución militar para que ella no se viera involucrada en la controversia política partidista. Sin embargo este diseño terminó siendo inconveniente por cuanto dejó en cabeza de las Fuerza Armadas un tema que compete al conjunto del Estado, la seguridad y la defensa.
Posterior a la Constitución de 1991 y con el nombramiento del primer Ministro de Defensa civil, comienza el proceso de cambio del esquema de relaciones entre gobernantes civiles y militares. Se considera que los gobernantes civiles asuman la responsabilidad política de la definición y conducción de las políticas de seguridad y defensa. Esto implica que los civiles en dichos cargos conozcan de los temas pertinentes para que tengan reconocimiento y legitimidad de los militares.
En vísperas del relevo en el Ministerio de Defensa y probablemente en la cúpula militar y con una serie de cuestionamientos problemáticos en el ambiente para la institución militar -las causas van desde forzar un crecimiento muy acelerado en un tiempo muy breve debilitando la formación, hasta, falta de mecanismos de evaluación de resultados adecuados-, es muy importante que se refuerce el liderazgo civil, sobre la base de su compromiso a fondo con la política de seguridad y defensa y con una clara relación operativa y de coordinación con las diversas fuerzas que componen la Fuerza Pública.
*Profesor Universidad Nacional.
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